Fuente: Pesquisa Javeriana
Aproximadamente un 25 % de Colombia está sumergida bajo el agua en algún momento del año, de acuerdo con el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt.
Entre las ciénagas salobres de sus costas, las zonas que se inundan cuando crecen ríos como el Cauca, el Magdalena y el Amazonas, o los pequeños estanques que entreveran la sabana de Bogotá, una gran parte del territorio del país se mantiene en una condición anfibia.
Se trata de los humedales, enormes focos de biodiversidad en todo el mundo. Dependiendo del lugar, sus aguas pueden albergar ranas, nutrias, crías de peces y, en los costeros, hasta manatíes, que flotan lentamente mientras raspan las plantas que les proveen alimento.
Sin embargo, la desviación de los cauces de agua, las sequías, la contaminación y el calentamiento global han afectado profundamente a estos espacios, tanto que se han perdido más del 35 % de los humedales del mundo desde 1970 y su tasa de desaparición es hasta tres veces más rápida que la de los bosques terrestres, según anunció Wetlands International, una ONG internacional que restaura los humedales en distintas partes del mundo.
Precisamente, los humedales estuvieron en la mira de las discusiones acerca de la disminución de emisiones de carbono que se dieron durante la COP27, que se llevó a cabo el pasado mes de noviembre en Egipto.
Pero ¿qué los hace tan importantes para la mitigación de la crisis climática? Su capacidad de fijar carbono.
Humedales: sumideros de carbono
Todas las plantas tienen la capacidad de tomar el dióxido de carbono que hay en la atmósfera y, con ayuda de la luz solar, convertirlo en compuestos orgánicos que usan para almacenar energía y crecer. A este proceso se le llama fijación de carbono, es parte de la fotosíntesis y es la razón por la cual se habla tanto de las plantas como pulmones o purificadores del aire.
Si bien los bosques terrestres tienen una alta capacidad de fijar carbono, la mayor parte vuelve a la atmósfera cuando los árboles caen y se descomponen. “Una cosa es la fijación, que permite almacenar temporalmente el carbono, y otra cosa es que ese carbono se entierre o se mantenga en una zona en la que ya no se pueda liberar, como ocurre con los humedales”, de acuerdo con Carlos Rivera, limnólogo (experto en ecosistemas acuáticos continentales) y director del Departamento de Biología de la Pontificia Universidad Javeriana.
Los humedales, entonces, se diferencian de los bosques en que su carbono no vuelve a la atmósfera con la descomposición, sino que se deposita en el fondo de los estanques en forma de capas y barro espeso. Esto sucede porque los que hacen la mayor parte del trabajo no son los árboles de decenas de metros de altura, sino unas plantas microscópicas llamadas algas.
“Estas algas crecen muy rápido. Tan rápido, que cuando se mueren, se hunden y van al fondo; no se las alcanzan a comer otros organismos y se van acumulando. Aunque parezca curioso que pueda haber un humedal lleno de plantas acuáticas, realmente las algas microscópicas son las que fijan más carbono y lo pueden enterrar mucho mejor”, continúa Rivera.
“Los humedales son nuestros ecosistemas más efectivos para enfrentar la crisis climática”, dijo Jane Madgwick, directora ejecutiva de Wetlands International, en días previos a la COP27.
“Salvaguardar y restaurar los humedales puede proporcionar un medio importante a través del cual las Partes pueden cumplir con los objetivos de mitigación y adaptación climática, al mismo tiempo que brinda una multitud de beneficios colaterales para los ecosistemas, las economías y las sociedades y reduce los impactos del cambio climático”.
El problema es que los humedales se están secando
La pérdida acelerada de humedales en todo el mundo se ha dado por varios frentes. El desvío de los ríos y quebradas para la construcción de diques y para la irrigación de cultivos; el drenaje de las lagunas para hacerle espacio a la ganadería, y la urbanización o el vertimiento de desechos a las aguas son algunos de los factores que han cambiado los regímenes naturales de estos ecosistemas.
“Los indígenas que vivían en la sabana de Bogotá no luchaban contra el humedal, estaban adaptados a vivir en él. Lo que hemos hecho nosotros con los humedales es adaptarlos a lo que creemos que es el entorno correcto, lo que ha significado secarlos y ponerles diques”, explica Carlos Rivera.
Además, los humedales deteriorados no solo pierden su capacidad para fijar carbono, también empiezan a emitir gases de efecto invernadero. “Cuando disminuimos la calidad del agua se puede promover la producción de metano.
Muchos estudios dicen que una molécula de metano es equivalente a unas 20 a 50 moléculas de dióxido de carbono, entonces hay bastantes humedales que dejarán de ser almacenadores de carbono y empezarán a producirlo a través de este gas”, añade.
Humedales: su biodiversidad y otras funciones
Adicionalmente a su rol como sumideros de carbono, los humedales proveen varios servicios ecosistémicos que resaltan aún más su importancia. La materia orgánica que producen sus algas los hace extremadamente fértiles, lo que a su vez promueve la biodiversidad de aves, insectos, anfibios, mamíferos y peces. Los humedales costeros, como los manglares, sirven como guarderías para los animales del mar, por lo que su supervivencia depende de estos.
Otra función crucial de estos ecosistemas es su capacidad de purificar el agua. “El agua corre muy lento en estas zonas inundables y eso da tiempo para que los microorganismos atrapen los nutrientes, los contaminantes, etcétera. Entonces los humedales también son claves para esos procesos de descontaminación”, dice Rivera. Los microorganismos, junto con los suelos y las raíces, funcionan como un filtro natural que depura el agua y la devuelve a un estado utilizable para los humanos.
Los humedales en la COP27
Aunque los humedales se estén deteriorando a un ritmo alarmante, su aparición en las agendas internacionales da esperanza para su futuro. “Yo creo que los humedales se pueden salvar porque la mayoría son muy funcionales. Están muy golpeados a nivel del país, especialmente los que se ubican sobre el continente, que son los que yo trabajo, porque no los estamos viendo con una visión integral”, opina Rivera.
Según él, los humedales en Colombia se piensan más como tierras fértiles y espacios para construir.
“Pero yo creo que con la COP27 y la presión que trae, aunque esté ocurriendo muy lentamente, la conversación sobre para qué sirven los humedales se va a desarrollar en la próxima década en Colombia”, recalca.
“Necesitamos restaurar y volver a conectar los humedales en todos los paisajes para aumentar la resiliencia y reducir el impacto de las inundaciones, los incendios forestales y las sequías”, insistieron los representantes de Wetlands International durante la COP27. Con ello se resolverían “los desafíos del agua, los alimentos, el clima, la degradación de la tierra y las economías sostenibles”.
En días anteriores al evento (noviembre 5 al 13), miembros de Wetlands habían asistido a la COP14 de sitios Ramsar en Ginebra, Suiza y Wuhan, China, que trata de los humedales declarados de importancia internacional por los servicios ecosistémicos que ofrecen.
“El agua —y los humedales— no son solamente víctimas de las crisis naturales y del clima sino centrales para resolverlas”, dice Wetlands International.
“A veces en la diversidad hay cosas en las que uno no se fija, pero que son tremendamente importantes”, reflexiona Rivera. Al igual que los humedales, que limpian el agua y el aire, que esconden cientos de especies y de los cuales dependemos, pero que suelen pasar desapercibidos en nuestras conciencias. No obstante, el interés internacional en estos ecosistemas vitales puede ayudar a dar el empuje necesario para resguardarlos y que todos podamos seguir viendo el cielo reflejado sobre sus lagunas.