Nicolás Vargas – Ramírez nació en Sogamoso, es ecólogo egresado de la Pontificia Universidad Javeriana y Maestro en Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Su participación en esta investigación académica se dio en el marco de la beca para sus estudios de posgrado en geografía recibida del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (CONACyT), y el trabajo lo realizó junto investigador Jaime Paneque-Gálvez y la Comunidad Ecológica Jardines de la Mintsïta.
El libro que contiene las conclusiones de la investigación es resultado de trabajo dirigido por el Grupo de Investigación en Ciencia y Conocimiento Comunitario Territorial (GICOTE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
¿Y por qué es importante su aporte a la labor de las comunidades empeñadas en velar por la integridad de los bosques, los páramos y las áreas estratégicas para la preservación de la vida?
Precisamente por la necesidad de compilar experiencias de otros pueblos en diferentes partes del mundo y darlas a conocer a aquellos colectivos y organizaciones sociales empeñadas “en la gestión sustentable de bienes naturales, la conservación de la biodiversidad o la defensa del territorio”.
En específico esta indagación se refiere a “los drones ligeros como aquellos cuyo peso total es menor o igual a tres kilos” y plantea claves para su buena operación, técnicas apropiadas de utilización y de procesamiento de la información recopilada, y de conocimiento de la normatividad vigente asociada a su manipulación teniendo en cuenta las regulaciones de aeronavegación y de protección de derechos individuales sobre el registro de imágenes.
El libro ‘Uso comunitario de drones ligeros para la gestión, conservación y defensa del territorio’ está distribuido en cuatro capítulos: El primero explica el uso comunitario de drones y se ofrecen ejemplos de su aplicación; el segundo expone los criterios técnicos y sociales orientados a la elección de un dron para su uso comunitario, e instrucciones sobre la captura, procesamiento, análisis y uso de la información obtenida.
El tercer capítulo describe los criterios sociales, normativos, y de seguridad y privacidad indispensables para el uso apropiado de drones con fines comunitarios; y el cuarto detalla, paso a paso, el ensamblado y configuración de un dron cuadricóptero.
Sobre la comunidad de Mintsita
En el libro sobre el uso comunitario de drones se menciona que este es un proyecto en el que participan varias familias de la Colonia Ecológica Jardines de la Mintzita. Esta surgió el 19 de marzo de 2001, y en 2003 acordó mediante asamblea que adoptarían prácticas y principios enfocados en el cuidado del ambiente y el respeto hacia el territorio, colindante con la principal fuente de agua de la ciudad de Morelia: los manantiales de la Mintzita.
“La Comunidad, por su parte, surgió en 2011 producto de la inconformidad de varias familias frente a los intereses inmobiliarios y de especulación de tierras en torno al Área Natural Protegida Manantial La Mintzita, declarada en 2005 y el Humedal de Importancia Internacional Ramsar designado allí mismo en 2009”.
Experiencias de uso identificadas
En el libro sobre el uso comunitario de drones ligeros se citan algunas referencias de cómo fueron instrumentos claves en procesos sociales en diversas partes del mundo.
“La idea de usar drones con fines comunitarios parece haber surgido en Indonesia (Asia), dentro del acompañamiento del Instituto Swandiri a comunidades indígenas del pueblo Dayak (Redman, 2014)”.
Allí se explica que el objetivo fue obtener mapas de sus bosques, cultivos y aldeas mediante el uso de drones ligeros para reclamarle al Estado el reconocimiento de sus territorios a través de la emisión de títulos de propiedad de la tierra y, a la vez, denunciar las actividades ilícitas que estaban teniendo lugar en ellos (Radjawali & Pye, 2015).
En 2013, en Chihuahua (México), el Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad (LANCIS), de la Universidad Nacional Autónoma de México, utilizó drones multicópteros para registrar las afectaciones provocadas por la construcción del Aeropuerto Regional Barrancas del Cobre y su impacto sobre caminos y veredas transitadas por la comunidad.
Casos similares fueron encontrados en Guyana, Chile, Ecuador y también en Colombia. A raíz de las lluvias torrenciales que en marzo de 2020 (en plena pandemia) provocaron deslizamientos de tierras y flujos de lodo en el resguardo indígena de Guambía, del municipio de Silvia, departamento de Cauca, el gobierno local y las autoridades indígenas recibieron el apoyo de OpenStreetMap Colombia y a través de un piloto de drones multicópteros pudieron rastrear la zona afectada y cartografiar los daños ocurridos.
Entrevista
Dialogamos con Nicolás Vargas – Ramírez sobre la manera como las juntas de acción comunal y otro tipo de organizaciones podrían acceder a este tipo de tecnología.
entreojos.co: ¿De qué manera las comunidades expuestas a conflictos socio – ambientales podrían acceder a capacitación especializada para la operación de drones ligeros en su intento por documentar hechos ilícitos o situaciones que comprometan la integridad de los recursos naturales?
Nicolás Vargas – Ramírez: La capacitación especializada para usar drones en conflictos ambientales involucra al menos tres aspectos: 1) los técnicos, 2) los sociales y 3) los jurídicos. Los primeros es posible satisfacerlos en centros de capacitación formales de pilotos, o bien a través de personas que cuenten con reconocida trayectoria y experiencia usando dicha tecnología.
En función de los objetivos, es posible que también se tengan que buscar capacitaciones en Sistemas de Información Geográfica (SIG), en fotogrametría, y/o en aspectos relacionados con producción audiovisual. Este tipo de capacitaciones es frecuente encontrarlas en centros de formación técnica o del nivel universitario mediante cursos de Educación Continua.
En cuanto a los segundos, estos dependen del contexto marcado por el propio conflicto ambiental, ya que si se pretenden documentar hechos ilícitos o situaciones que comprometan la integridad de los bienes comunes es posible que se detonen respuestas agresivas o violentas por parte de los actores inconformes con la presencia de un dron y lo que este puede llegar a develar.
Al respecto no existen capacitaciones especializadas, y por tanto en el libro ‘Uso comunitario de drones ligeros para la gestión, conservación y defensa del territorio’ ofrecemos algunos lineamientos de prácticas apropiadas para poder emplear la tecnología en tales contextos.
En nuestra experiencia, las comunidades son quienes en cuentan con el conocimiento local y territorial especializado para lograr que la utilización de drones para sus propios fines e intereses se haga de forma segura, por lo que es importante escucharlas y atender a sus indicaciones cuando de volar drones en sus territorios se trata.
Finalmente, el tercer aspecto a considerar es ante quién se quieren documentar los hechos, ya que si su destino es una instancia administrativa o judicial, en algunos países es posible que las comunidades tengan que demostrar que las pruebas fueron recabadas en apego a la legislación aplicable.
Si la comunidad cuenta con personas capacitadas en topografía y derecho, quizás les sea posible satisfacer dichos requerimientos. Si no existe dichas limitantes, es posible que el uso de drones pueda hacerse con mayor libertad, sin embargo, es fundamental considerar la frecuencia y presencia de aeronaves tripuladas en las áreas a sobrevolar, esto para evitar ocasionar cualquier tipo de percance.
En el artículo “Desafíos normativos para el uso comunitario de drones en México” puede servir de referencia para las comunidades interesadas en usar drones en conflictos ambientales, pero preocupadas por sus requerimientos jurídicos: https://doi.org/10.14350/rig.60007
entreojos.co: ¿La investigación sobre el uso de drones ligeros por parte de comunidades campesinas evaluó o conoció experiencias de monitoreo, además de la referenciada en Silvia (Cauca), en zonas de alta montaña con presencia de vegetación paramuna o en áreas afectadas por la deforestación en Colombia?
Nicolás Vargas – Ramírez: Cuando iniciamos nuestra investigación el uso de esta tecnología desde la perspectiva comunitaria estaba en sus inicios. Por ello, decidimos hacer una revisión de experiencias en todo el mundo para documentar su surgimiento mediante el artículo “El surgimiento global de drones comunitarios (2012- 2017)”: https://doi.org/10.3390/drones3040076.
Desde esa publicación, el uso comunitario de la tecnología ha crecido exponencialmente, por lo cual consideramos que al menos desde 2018 entró en su etapa de consolidación.
Para la redacción del libro ‘Uso comunitario de drones ligeros para la gestión, conservación y defensa del territorio’ tomamos en consideración algunas de las aplicaciones comunitarias de la tecnología que han tenido lugar en Boyacá, tales como la utilización de drones para documentar los impactos de la minería del carbón en el Lago de Tota, y para denunciar el inicio de las actividades exploratorias de la multinacional Maurel & Prom en el municipio de Corrales sin los permisos arqueológicos que demanda la ley, aunque decidimos no referirnos de manera explícita a estas.
En cuanto al componente de deforestación en Colombia, publicamos el artículo ‘Drones, communities and nature: pitfalls and possibilities for conservation and territorial rights’ https://doi.org/10.1332/AJHA9183, donde en conjunto con varios autores documentamos la experiencia del departamento del Guaviare de la mano de las comunidades campesinas y del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (SINCHI), así como otras experiencias en Latinoamérica e Indonesia.
entreojos.co: En cuanto al análisis sobre el acceso de las comunidades campesinas a esta tecnología, ¿cuál podría ser el costo promedio en Colombia de un equipo con todos sus aditamentos para la recolección de la información?
Nicolás Vargas – Ramírez: La selección de un dron para el uso comunitario está en función tanto de las necesidades de información a satisfacer, como de las características biofísicas y socioculturales del territorio en donde se empleará.
Además, para poder sacar todo el provecho de la información capturada es necesario contar con los programas y el equipo de cómputo necesarios para poderla procesar, ya sea con fines cartográficos o audiovisuales. Si se trata de territorios relativamente pequeños (menores a 20,000 hectáreas), quizás con un dron multirotor sea posible cubrir dicha extensión atendiendo a una planificación cuidadosa de los sobrevuelos, aunque ciertamente demandará bastante tiempo.
En territorios más extensos, quizás sea necesario adquirir drones de ala fija o híbridos que puedan abarcar mayores superficies. Así, los costos son de carácter variable, por lo cual no podría indicar un monto mínimo necesario para que una comunidad adquiera un dron y todos sus aditamentos, ya que esto depende de las condiciones localmente disponibles (e.g., tecnologías existentes, acceso a electricidad e internet).
Lo que sí podría recomendar a las comunidades interesadas es que primero aclaren las necesidades y expectativas para usar la tecnología, y luego sí indaguen en el mercado o se asesoren para hacer una adecuada selección del dron y de las demás tecnologías asociadas a este para poder sacar provecho de la perspectiva aérea que ofrecen.
En el libro ‘Uso comunitario de drones ligeros para la gestión, conservación y defensa del territorio’ incluimos una descripción detallada sobre los drones antes mencionados y sus características, así como algunas recomendaciones para su adecuada elección e implementación.