“No se necesita ser ornitólogo para salir a ver pájaros”. Con esta sentencia Laura Benítez Peña, una joven bióloga de la UPTC, describió como el avistamiento de aves es una actividad recreativa a la que se puede sumar quien lo desee, solo por el gustico de apreciar las maravillas que la naturaleza ofrece.
Y con esa excusa acepté la invitación a participar de la Global Big Day del 13 de mayo, una jornada promovida por el laboratorio de Ornitología de la Universidad Cornell, Ithaca, en Nueva York, considerada como una de las más importantes para el conteo de aves en el mundo, y que en Boyacá se desarrolló en 24 lugares del departamento.
La oferta era diversa. La Serranía de las Quinchas, en Puerto Boyacá; el Salto de Candelas, en Pajarito; el Lago de Tota, en la provincia de Sugamuxi; el sendero La Cristalina, en Santa María; o el de Palawala, en Garagoa, entre otras. Mucho por conocer, finalmente decidí que iría a la Reserva Forestal Serranía El Peligro, en Arcabuco.
El punto de encuentro fue la Reserva Rogitama Biodiversidad. Desde allí, a las 7 y 36 a.m., empezó nuestro recorrido de siete horas con Laura Benítez, el biólogo Andrés Cuta; y las estudiantes de biología de la UPTC, Daniela Martínez y Mónica Montaña.
Para que una aventura de este tipo sea provechosa es muy importante seguir las recomendaciones de los expertos. Mientras ascendíamos hacia el bosque desde la carretera principal que conduce de Arcabuco a Moniquirá, Andrés enumeró lo que considera esencial para una buena ‘pajareada’: “paciencia, buen físico, calzado y vestimenta apropiados, gusto por ver las aves, una guía con información sobre familias y especies y una libreta para tomar apuntes”. Solo eso, ¡ah! y también agua y algo de mecato.
En la Reserva Forestal Serranía El Peligro, como en gran parte del mundo, el orden de aves que predomina es el de las paseriformes que son en esencia especies pequeñas, cantoras, que se alimentan del néctar de las flores, aunque también es posible ver otras de mayor tamaño como búhos y águilas
Ya en el bosque pude comprobar que una cosa es ver aletear a decenas de pájaros y otra muy diferente detallar sus características, el color de sus alas y de sus ojos, el tamaño y la forma de su pico, el alimento que ingieren y la particularidad de su movimiento. El colibrí, por ejemplo, a diferencia de otras paseriformes, se distingue por su velocidad y su capacidad de vuelo. Andrés destaca además que es la única ave que puede desplazarse hacia adelante o hacia atrás gracias al fuerte movimiento de sus alas que le permite cambiar rápidamente de dirección.
Sobre el mejor momento del día para ir a ‘pajarear’, los biólogos recomiendan las primeras horas. Con los tenues rayos del sol los alados empiezan a cantar y a trasladarse con ansiedad por entre la vegetación para buscar su alimento. En la media mañana desciende su actividad y alrededor de las dos de la tarde renuevan su revoloteo para volver a nutrirse.
Respecto a los lugares ideales para el avistamiento, la sugerencia es ubicarse en claros o áreas despejadas, o en la medida de las posibilidades al nivel de las copas de los árboles. Cuando la vegetación es muy tupida la alternativa para identificar órdenes, familias y especies es a través de su canto, aunque para ello se debe tener muy buen oído y por supuesto mucha experiencia para describirlas con precisión.
Cuando uno se ‘encarreta’
Han transcurrido dos horas desde cuando comenzamos a caminar por la Serranía El Peligro y transitamos a un paso moderado, a veces en absoluto silencio para poder advertir el aleteo o el canto de los emplumados habitantes del bosque, y allí aprovecho para preguntarles a mis acompañantes por este gustico de la ornitología, esa especialidad de la zoología que se ocupa de estudiar las aves.
Andrés Cuta confiesa que fue en quinto semestre cuando se empezó a encarretar. Durante las salidas de campo instalaban redes de nieblas para atapar pájaros y conocer de cerca su fisonomía. Allí se enamoró de esta especialidad y hoy hace parte del Grupo de Estudios Ornitológicos y Fauna Silvestre (GEO) de la UPTC.
Daniela Martínez cursa tercer semestre de biología y está identificando hacia dónde quiere orientar sus intereses académicos. Lo del avistamiento de aves no le disgusta. Mónica Montaña, quien ya va en noveno, también integra como investigadora el grupo GEO.
Y aunque Laura Benítez se decidió por los microorganismos, que le llevan mucho tiempo en el laboratorio, las salidas de campo son para ella un oxígeno necesario. “Todos los biólogos deben tener contacto con el bosque”, sostiene con contundencia y se lamenta por quienes denigran de las largas caminadas, las embarradas y las caídas.
Andrés y Laura coinciden en que lo más satisfactorio es encontrar especies raras, aves poco comunes, describir la pigmentación de su plumaje, los lugares que frecuentan, lo que comen, la manera como se relacionan y poder luego compartir esa información con sus colegas. Tener esos datos es todo un privilegio que lo reconoce el mundo de la ciencia. Eso da estatus. “Es como jugar Pokémon GO, ser el primero en registrar un pájaro poco conocido es todo un acontecimiento”, explica Andrés con regocijo.
Las restauradoras
Esta jornada mundial de avistamiento de aves, el Global Big Day, fue la ocasión para hablar del aporte de la avifauna a la restauración del bosque. Cuando ya avanzábamos sobre la Serranía, Laura se detiene a mirar hacia el horizonte, hacia un inmenso valle que hoy está dedicado a los cultivos y al pastoreo de ganado.
“Esta es una muestra de la fragmentación del bosque, esos potreros son un horror”, explica con indignación al referirse a lo que antes era un bosque y hoy son unas amplias praderas, y a continuación relata que a pesar de este impacto los pájaros aportan de manera importante al nacimiento de nueva vegetación a través de la dispersión de semillas.
“Algunas aves se quedan en el bosque conservado, otras pasan por estos potreros y dejan su excremento y con él las semillas y por eso crecen esos parches de vegetación de bosque, eso se conoce como restauración natural”, concluye.
La recta final
El desplazamiento por este tramo de la Serranía El Peligro nos llevó siete horas a lo largo de las cuales los biólogos determinaron la presencia de al menos 26 especies, número que está siendo consolidado con los datos de los otros 23 puntos de conteo regional para el reporte que Boyacá presentará oficialmente ante los promotores del Global Big Day
Nuestro descenso de la Serranía fue posible a través de un sendero empinado, pedregoso y resbaloso conocido como el ‘Salto del Diablo’ que desemboca en un puente de tabla sobre el río Pómeca que su vez comunica con la vía nacional, con el tráfico, con el ruido, con la civilización.
Wilderson Medina, biólogo adscrito a la dirección de Planeación de la Gobernación de Boyacá, anticipó la localización de al menos dos especies de colibrís endémicas y en estado de vulnerabilidad entre ellas el Eriocnemis cupreoventris o colibrí calzoncitos cobrizo, en Arcabuco; así como el cucarachero de pantano (Cistothorus apolinari) en el Lago de Tota. Dos muy buenas noticias para la avifauna de esa zona del país.
Medina informó además que a mediados de la semana se dispondrá de los resultados generales y se conocerá cómo le fue a Colombia y al departamento en este conteo mundial de aves. Recordó que en 2016 los pajareros nacionales se ubicaron en el tercer lugar, después de Perú y Brasil, en número de aves reportadas.
Al final es muy emocionante ver la pasión con la que estos hombres y mujeres dedicados a descubrir la naturaleza se gozan la aventura de mirar más allá de lo evidente, y para ser más explícito podría utilizar una frase de la bióloga Johana Zuluaga, de la Asociación Ornitológica de Boyacá Ixobrychus: “Pajariar es una chimba”.