Fuente: Instituto Humboldt
Chita, en Boyacá, es un pueblo incrustado en una montaña. En su interior reúne todas las tonalidades de blanco, gris y marrón que se pueden apreciar en el color de las ruanas que cotidianamente sus habitantes usan para combatir el frío.
Desde las afueras del casco urbano se puede ver otra multiplicidad de matices: los del color verde. Los tonos claros y pasteles del páramo y también los oscuros del bosque alto andino. Un paisaje tranquilo y sereno, como los chitanos.
Este municipio de alta montaña se encuentra en las estribaciones de la cordillera Oriental donde tiene límite con algunas poblaciones del departamento del Casanare como Sácama, La Salina y Támara. Es un pueblo que tiene su base económica en la agricultura, la ganadería y el comercio y hace parte de los municipios que se encuentran dentro del complejo de páramos de Pisba, ese que debe ser delimitado garantizando la participación de las comunidades.
Los páramos son considerados ecosistemas estratégicos por la regulación hídrica que prestan, por su alta diversidad biológica, por su capacidad de captura de carbono y por su riqueza cultural. Desde hace cientos de años, ruanas y frailejones conviven en el territorio, por lo menos así sucede en Chita, en donde sus pobladores tienen una relación tradicional con el ecosistema, de allí vienen muchas de sus costumbres y usos de los recursos naturales.
Seguramente, esa relación está presente en otros territorios del país. Y es que según el libro Claves para la gestión local del páramo de Marcela Galvis del 2021,400 de los 1.123 municipios de Colombia tienen jurisdicción en los páramos y, de estos, 10 tienen más del 70 por ciento de su área en ese ecosistema.
Al ser estratégicos, la Ley 1930 de 2018 dispone de diferentes directrices que buscan la integralidad, preservación, restauración, uso sostenible y generación de conocimiento de los páramos desde un enfoque participativo. De hecho, el artículo cuatro establece que: “el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible hará la delimitación de los páramos con base al área de referencia generada por el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt a escala 1:25.000 o la que esté disponible y los estudios técnicos, económicos, sociales y ambientales elaborados por la autoridad regional de conformidad con los términos de referencia expedidos por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible”
este mandato, el Instituto Humboldt tiene que identificar el área dónde se encuentra el ecosistema de páramo para que esto sirva de insumo en el proceso de delimitación.
¿Pero realmente cómo se identifica el ecosistema de páramo?
De acuerdo con el artículo tres de la misma Ley el páramo es un “ecosistema de alta montaña, ubicado entre el límite superior del Bosque Andino y, si se da el caso, el límite inferior de los glaciares, en el cual dominan asociaciones vegetales tales como pajonales, frailejones, matorrales, prados y chuscales; además puede haber formaciones de bosques bajos y arbustos y presentar humedales como los ríos, quebradas, arroyos, turberas, pantanos, lagos y lagunas, entre otros”.
Teniendo en cuenta esta definición y sabiendo que el límite superior entre el bosque alto andinos y el páramo es difuso. El Instituto Humboldt, para realizar su labor en este proceso, busca establecer la Franja de Transición Bosque Páramo (FTBP) que es el punto de encuentro entre los dos ecosistemas. Para ello, investiga una serie amplia de variables en diferentes zonas de los territorios como lo son la temperatura, la precipitación, la forma del terreno y por supuesto la vegetación característica tanto del páramo, los arbustales y el bosque alto andino. Un trabajo que desde el Instituto Humboldt se realiza de forma articulada y de manera multidisciplinar.
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