Se vende champú. Así se leía en el anunció colocado a la entrada de una casa campesina en la vereda El Portachuelo de Santa Rosa de Viterbo. Allí vivía hace 17 años Domitila Paipa Vargas con su familia.
Estaba emergiendo de las cenizas. Una crisis económica que provocó el remate de sus bienes, sumado a la enfermedad de su hija Ángela, la retaron a emprender y a poner en práctica lo que su papá le había enseñado sobre las plantas y el poder para curar.
Ángela padecía acalasia esofágica, una afección relacionada con el daño en los nervios del esófago y eso le impedía deglutir los alimentos. Estuvo tres años hospitalizada y su deterioro era evidente. Domitila acudió a la naturaleza para tratarla y logró su recuperación. Esa es una de sus mayores satisfacciones.
Ángela es hoy una mujer hecha y derecha, y completamente sana, y gracias a sus habilidades lidera el posicionamiento de la marca familiar que lleva el nombre de su mamá.
La relación de Domitila con el romero, la caléndula, la manzanilla y otras especies comenzó de la mano de su papá en Tasco. Domitila era apenas una niña y lo veía utilizar la grasa del guio para tratar el paludismo o el zumo de las hojas en la cura de la disentería. En varias ocasiones lo acompañó al Amazonas a conseguir la materia prima para sus tratamientos, allí tenía contactos que le proveían los insumos.
Domitila recuerda que era un viaje tortuoso, de muchas horas y plagado de dificultades. Hoy, luego de tanto tiempo transcurrido, agradece a la vida por esa experiencia, de ella adquirió el conocimiento que le permite servir, sí servir, porque antes del lucro económico proveniente de la venta de los productos que procesa, esta mujer campesina, de mediana estatura, tez blanca y sonrisa amplia está convencida de que su misión en la vida es darle una mano a quien lo necesita.
El primer producto que procesó y empezó a vender fue el champú. Sus clientes le compraban porciones de quinientos, mil o dos mil pesos y de paso le preguntaban por jabones, cremas y aceites, y así comenzó a crecer el negocio.
Para complementar lo que ya sabía, decidió hacer varios cursos en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), uno en buenas prácticas agrícolas y otro en transformación de plantas y sus especies. Domitila recuera que a través de radio Sutatenza aprendió sobre cultivos orgánicos y producción limpia de alimentos.
Con todo ese saber adquirido promovió entre sus vecinos de El Portachuelo y de otras veredas de Santa Rosa de Viterbo el desarrollo de cultivos limpios, amigables con la naturaleza. Esta iniciativa les permitió a las familias del sector garantizar alimentación sana para sus hogares y una fuente de ingresos medianamente estable.
Otro logro significativo fue la alianza para que adultos mayores se dedicaran a cultivar plantas medicinales y se convirtieran en sus principales proveedores. Lo hacen con especial dedicación. Periódicamente le entregan el material seleccionado, los pétalos limpios de la caléndula y la manzanilla, por ejemplo; o el romero despulpado. Todo listo para que Domitila y David, su segundo hijo, se encarguen de su transformación.
De este proceso obtienen varios productos, entre ellos una diversa línea de aceites: de cannabis (marihuana medicinal), de orégano, de coco, de romero, de caléndula, de aguacate, de uva y de manzanilla. El de manzanilla sirve para sacar el frío del estómago, el de romero para la caída del cabello, el de cannabis para los dolores y las inflamaciones, y así cada uno tiene claramente descritos sus beneficios.
Una marca que crece
El catálogo de ‘Domitila, naturaleza para la salud y la belleza’ está compuesto por 30 productos y 60 referencias que se venden en tiendas naturistas y se despacha desde Duitama a otras regiones del país. Este incluye jabones, aguas de rosas, champús, aceites, esencias y sérum.
El compromiso de este emprendimiento con la naturaleza no termina aquí. En las etiquetas de los envases de vidrio y plástico Domitila invita a sus clientes a retornarlos para fundirlos y convertirlos en nuevos frascos para la distribución de más esencias vitales.
Este empeño de servir a otros a partir del poder de las plantas, de contribuir al bienestar de las personas con algún tipo de padecimiento, de promover la agricultura limpia y de hacer de su actividad una práctica social y sostenible, hizo que ‘Domitila, naturaleza para la salud y la belleza’ fuera avalada por Corpoboyacá como un negocio verde. Esta es una más de sus alegrías, por eso no se cansa de agradecer a Dios y a la vida.
Su esposo, Alberto Vargas; sus hijos Ángela, David y Daniel, y su yerno Javier Pardo, son aliados incansables, dedicados trabajadores y amorosos integrantes de esta pequeña junta directiva familiar que tiene un especial vínculo con las plantas sanadoras.
Si quieren conocer más información sobre ‘Domitila, naturaleza para la salud y la belleza’ pueden consultarla en Facebook e Instagram como @DomitilaNatural.
Esta crónica se produjo gracias al auspicio de Corpoboyacá.