En unos tres meses María Bertilde Espinosa espera recoger las lechugas crespas y las lisas, los tomates y las hierbas aromáticas que sembró junto a sus vecinos de la parroquia Cristo Redentor, de Tunja, y que cultivaron en un predio de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia.
Desde mediados de abril ella, sus nietos, y sus vecinos de los barrios Patriotas, Manzanares, Curubal, Sol de Oriente y San Francisco, entre otros, acogieron la invitación que un domingo, en misa de 10, hiciera el padre Elfy Bernal Rodríguez, párroco del sector, a quienes estuvieran interesados en vincularse a un proyecto de agricultura familiar.
Al principio llegaron cuatro familias, recuerda el sacerdote, pero con el paso de los días el grupo fue creciendo y ahora 30 personas están asistiendo a las capacitaciones que todos los sábados, de 8 de la mañana a 4 de la tarde, orientan los ingenieros agroecólogos de la Universidad Minuto de Dios, John Monge y Daniel Vega.
Saber cómo alistar el terreno para plantar tomate cherry, por ejemplo; cómo preparar abono a partir de leche, levadura, estiércol y agua; y cómo organizar las camas de siembra y distribuir las semillas a lo largo de su estructura rectangular, fue despertando el interés del grupo de aprendices, en su mayoría mujeres cabeza de familia, que residen en el centro occidente de la capital boyacense, a unas pocas cuadras de la Terminal de Transporte.
“Aquí no estamos enseñando nada, aquí estamos compartiendo conocimientos con la comunidad”, precisa Daniel Andrés Vega para explicar la metodología ACA que se ha adoptado para orientar el desarrollo del programa y que traduce aprender, compartir y afianzar.
Daniel Vega, el instructor que se protege del sol con una gorra de la Uniminuto y que lleva un prendedor en forma de cruz en su camisilla negra, está sorprendido de la respuesta de los feligreses al punto que lo que inicialmente era una asesoría de un fin de semana se convirtió en un plan de estudios de ocho meses que será certificado tanto por la Unad como por la Uniminuto.
“Es una alianza inusual, es la primeva vez que veo una triada tan bonita”, dice este experto. En sus 15 años de ejercicio profesional nunca había participado en un proceso en el que estuvieran involucradas de manera armónica la academia, la iglesia y la comunidad.
Así empezó todo
“Un día en Chiquinquirá me encontré con el ingeniero John Monge y me contó de su trabajo con poblaciones de Chocó, Putumayo y Huila, de como allí habían adoptado el concepto de la agricultura familiar. Entonces en algún momento me dijo ‘organícese una o dos familias de la parroquia y les enseñamos a hacer cultivos orgánicos’, relató con entusiasmo el padre Elfy Bernal.
Aunque no era escéptico frente a la respuesta de sus fieles, el interés expresado por los primeros inscritos lo sorprendió más de lo que pensaba, y como él tiene que dar ejemplo trata de llegar puntual a la parcela para atender las orientaciones de los profesores, porque la clase se desarrolla en medio de la sementera.
La festiva acogida de las familias del sector se vio complementada por la propuesta que hicieran las ingenieras Ángela María González, decana de la Escuela de Ingeniería de la Unad; y Diana Riscanevo, quienes le propusieron a la universidad acoger esta iniciativa como parte de las acciones de proyección social de la institución. Su sugerencia fue aceptada de inmediato al punto que se decidió certificar a los asistentes.
Fredy Arley Torres tiene su casa en el barrio San Francisco y además del diploma que segundamente recibirá, aprecia las enseñanzas para preparar abonos y fungicidas naturales lo que le permitirá dejar de consumir productos fumigados con químicos. Ahora podrá ver crecer la lechuga en su terraza y, si quiere, también tiene la opción vendérsela a sus vecinos.
“Ese es uno de los propósitos, que con lo que las familias siembren puedan alimentarse y mejorar sus condiciones de vida”, apunta el párroco de la Iglesia Cristo Redentor que tiene jurisdicción sobre ocho barrios: Patriotas, Manzanares, Curubal, Rodeo, Prados de Alcalá, Portal de Bolívar, Portal Oriente y Rafael García Herreros. “Muchos de sus habitantes provienen del campo, son desplazados, víctimas de la violencia y en la ciudad tienen pocas oportunidades”.
El padre Elfy, que es un optimista confeso, quizá por el respaldo celestial del que goza, anhela ver surgir microempresas familiares en su parroquia y para ello esgrime un argumento de peso: ‘la doctrina social de la iglesia’. En este punto es categórico cuando argumenta que la evangelización debe trascender hacia iniciativas que fortalezcan a las comunidades y acude a un principio de vida benedictino que recoge este postulado: Ora et labora.
Orar y trabajar es lo que también Martha Vargas de Infante, rectora de la Unad Seccional Boyacá, y su equipo están dispuestos a hacer para que la iniciativa crezca, se consolide y pueda ser replicada en otros municipios en donde la universidad tiene presencia. Su primera contribución fue prestar el terreno y desde lo académico propuso, entre otras acciones, diseñar cálculos matemáticos para planificar las siembras.
Eso permitirá que las semillas progresen de manera ordenada y que con el transcurso de las semanas se aprecien frondosos los pepinos, el brócoli, la gulupa, la espinaca, las acelgas amarillas y rojas, el repollo verde, el apio, el perejil liso y crespo, la quinua y el tomate.
Cada sesión de clase y de trabajo en la huerta finaliza como debiera ser, con un banquete en el cada quien hace su contribución. Un día puede ser picada con carne a la plancha, chorizo, papa salada y guacamole y al siguiente fin de semana un generoso sancocho. Muy pronto en los platos se verá la ensalada.
“De aquí no solo vamos a salir aprendiendo a sembrar y a cosechar, también vamos a subir de peso”, dijo uno de los aplicados comensales.