La cría de caimanes llaneros en cautiverio se adelanta en el bioparque Wisirare. Fotos: Corporinoquia.

Caimanes llaneros llegaron con su ‘bastimento’ a la reserva natural Hato La Aurora, en Casanare

Su presencia aporta nutrientes a los ríos de la Orinoquía y contribuye con la seguridad alimentaria de las comunidades.

El pequeño caimán que reposa en las manos de la directora de Corporinoquia, Diana Mariño Mondragón, y que está a punto de emprender su aventura en esta reserva natural situada entre Paz de Ariporo y Hato Corozal, es, según la oenegé Wildlife Conservation Society (WCS), una de las especies de cocodrilos más grandes del mundo.

Es posible que la directora sepa, o quizá no, que ese caimán del Orinoco, como también se le conoce, y que carga muy cerca de su humanidad, puede llegar a medir hasta siete metros y con ese tamaño devoraría sin mayor esfuerzo a un joven venado de cola blanca, a un marrano cerrero o agredir severamente a un descuidado pescador como sucedió a finales de enero de 2021 en el caño Güira, en Tauramena.

Son depredadores feroces y su dieta también puede incluir peces, ranas, aves, tortugas, serpientes y hasta mascotas, si estas han perdido su rumbo y eligieron el camino equivocado.

Esa es quizá su faceta más conocida, su perfil más bestial, propia de su naturaleza salvaje, por eso es temido, sin embargo, hay motivos para amarlo. Este pequeño caimán que la directora de Corporinoquia y sus acompañantes exhiben ante las cámaras es todo un paladín de la conservación, su protagonismo es determinante para el equilibrio del ecosistema llanero y de su presencia dependen otros, muchos, miles de seres vivos, incluida la especie humana.

WSC asegura que los nutrientes propiciados por los caimanes son parte de la dieta que consumen muchos peces, y tal condición favorece la producción pesquera y de paso a las comunidades locales dependientes de este renglón económico.

El joven caimán que posa adusto para la foto, seguramente por la cinta que rodea su hocico, hace parte del grupo de 40 caimanes liberados el fin de semana en la reserva natural Hato La Aurora, un paraíso de la biodiversidad orinocense, situada como ya les contamos entre los municipios de Paz de Ariporo y Hato Corozal, en pleno llano casanareño.

Esta fue, según se informó desde la Corporación Autónoma Regional de la Orinoquia, la “liberación más grande en la historia del caimán llanero” realizada en el territorio que esta entidad administra y aquí es preciso indicar que su competencia agrupa a 45 municipios de los departamentos de Arauca, Casanare, Boyacá, Cundinamarca y Vichada.

La principal razón para poblar al Hato La Aurora con este grupo de caimanes se explica por su abundancia hídrica, en sus 16 mil hectáreas el agua fluye rauda por cañadas y esteros, y uno de los valores ambientales más representativos son sus sabanas inundables.

Las otras razones son su disponibilidad de presas para alimentar a los caimanes y los sitios adecuados para su reproducción, distantes de áreas con presencia de comunidades, una condición esencial para evitar el conflicto entra fauna silvestre y pobladores.

El cuidado de estos pequeños cocodrilos es posible gracias al programa de conservación del caimán llanero que tiene como epicentro el bioparque Wisirare, otra de las 74 reservas naturales establecidas en el área gobernada por la Corporación. Esta se localiza en el municipio de Orocué y tiene como aliados claves a la Fundación Palmarito y a la Gobernación de Casanare.

El Programa Nacional para la Conservación del Caimán Llanero cuenta con el aval del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el Instituto Humboldt, Parques Nacionales Naturales, Cormacarena y la Universidad Nacional de Colombia, entre otras instituciones.

Allí en Wisirare, un vocablo indígena que significa «tierra buena» o «lo mejor del agua», según una publicación de la revista Semana, viven otros 300 ejemplares en etapa de crianza y los cuidadores monitorean su desarrollo con el fin de verificar talla y peso adecuados previo a una próxima liberación.

De acuerdo con los parámetros técnicos determinados por los expertos, se requiere un mínimo de 90 centímetros de longitud y entre 10 a 15 kilogramos de peso para considerar su traslado a un hábitat que les garantice condiciones básicas para su subsistencia. En el caso de los 40 jóvenes caimanes dejados en el Hato La Aurora, además de su talla y peso, fue necesario practicarles exámenes de laboratorio para verificar su estado de salud, algo así como el certificado médico requerido para el ingreso de un niño al colegio.    

Este grupo de pequeños aprendices de cocodrilo serán esenciales para el ecosistema del Orinoco y de entrada tienen varias tareas: Regular la población de peces carnívoros, contribuir con el aporte de nutrientes de los cuales se alimentan los ríos esta cuenca hídrica y fortalecer y nutrir la producción pesquera del territorio.

Y quien lo creyera, el movimiento de su cola es igualmente importante en el mantenimiento de ríos y caños: al batirla remueven los sedimentos y así evitan su colmatación.

Pero no todo es color de rosa. WSC advirtió que este portento del Orinoco está en peligro de extinción, y citando cálculos de científicos mencionó que a comienzos del siglo pasado el número de caimanes llaneros en estado silvestre era de aproximadamente tres millones de individuos en una franja de 600 mil kilómetros compartida por Colombia y Venezuela. 

La caza indiscriminada para comercializar su piel es su principal amenaza y programas de conservación como el ejecutado en Casanare pueden tener éxito si se complementan con acciones de control por parte de las autoridades, y de conciencia ciudadana frente al respeto por la vida de la fauna silvestre.

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