El río Chichamocha, la principal arteria hídrica del departamento, es el segundo más contaminado del país.
El Lago de Tota advierte problemas por la excesiva fertilización de la vegetación acuática, los agroquímicos del cultivo de la cebolla y las aguas residuales de Aquitania.
La Ciénaga de Palagua, en Puerto Boyacá, agoniza a causa de los residuos de la industria petrolera y la invasión de su ronda por parte de campesinos que hoy habitan su ribera.
La Laguna de Fúquene está en cuidados intensivos por su alta sedimentación, la usurpación de sus orillas por parte de ganaderos y agricultores de Cundinamarca y Boyacá y la reducción de las fuentes que la alimentan.
Los páramos y los bosques, esenciales por su capacidad para regular las corrientes hídricas, padecen los efectos de las actividades agropecuarias sin control, y los pasivos ambientales que en sus entrañas ha dejado la minería.
Esta es solo una parte de la situación que sufre el recurso hídrico en Boyacá, una región que se precia de tener el 18 por ciento de los páramos del país.
Faltan recursos
Germán Bermúdez (segundo de izquierda a derecha) es el director de Medio Ambiente de la Gobernación de Boyacá y en el horizonte ve un panorama desalentador por la magnitud del deterioro pero sobre todo por la falta de presupuesto para financiar los proyectos que deben ejecutarse en el corto, mediano y largo plazo.
Se necesita mucho dinero para materializar las labores de descontaminación, ordenamiento y adecuación hidráulica de las fuentes de agua, sin embargo, y a pesar de la caótica situación, no se dispone del presupuesto para financiar los correctivos ni claridad respecto a quién debe aportarlos.
“Todo el mundo está explotando el recurso hídrico pero nadie está pensando desde los sectores productivos que el agua se va a acabar. El panorama es preocupante, es de un alto estrés hídrico”, sostuvo el funcionario en diálogo con entreojos.co.
Bermúdez añadió que uno es el problema de la contaminación de los nacimientos y las corrientes de agua y otro es el del cambio climático que por un lado genera periodos de verano más prolongados que inciden directamente en la disminución de las lluvias, y por otro lado fenómenos como el de la niña que ocasiona mayores concentraciones de caudal en cauces pequeños y por consiguiente inundaciones en cultivos y centros urbanos.
El Chicamocha, la cloaca
¿Cómo es posible que el agua que viene pura desde los páramos termine contaminada en ríos como el Chicamocha?
Esta es la pregunta que regularmente hace Pedro Reyes, educador y ambientalista de Duitama, cuando le piden que haga un diagnóstico sobre la situación de este cuerpo de agua que hoy tiene dos funciones antagónicas: suministrar el vital líquido para varios acueductos de su cuenca y servir de cloaca para que los municipios depositen allí sus flujos residuales.
Desde su nacimiento sus aguas están contaminadas con desechos domésticos y sanitarios y luego son utilizadas para el riego de cultivos y en algunos casos para el consumo humano en su tránsito por Paipa, Duitama, Nobsa y Sogamoso.
El interrogante de Pedro Reyes surge del hecho de que el agua que alimenta al Chicamocha procede de los páramos y los bosques alto andinos que circundan su cuenca. Reyes es directo para atribuir responsabilidades. Dice que el deterioro al final de su cauce es responsabilidad de todos, de empresarios y comunidades, pero también es producto de una débil y poco efectiva acción institucional y con eso involucra al Ministerio de Ambiente, a Corpoboyacá y a los municipios que están ubicados a lo largo de su cuenca alta.
Corpoboyacá se defiende y argumenta que actualmente adelanta la actualización del Plan de Ordenación y Manejo Ambiental (Pomca) y los estudios técnicos para definir la ronda de protección ambiental, la cota máxima de inundación y las alternativas de adecuación hidráulica en el cauce principal de la Cuenca Alta.
Tota, acosado por la materia orgánica
Felipe Velasco, de la Fundación Montecito (Izq.); y Felipe Cardozo, alcalde de Aquitania (derecha), exponen sus diferencias frente a la situación del Lago.
Cuando se intentan buscar las causas del deterioro del Lago de Tota surgen los señalamientos. El director de Corpoboyacá, Ricardo López, responsabiliza de la situación al excesivo uso de agroquímicos usados en el cultivo de cebolla, a los residuos generados por la piscicultura y al hecho de que el municipio de Aquitania arroja sus aguas residuales al cuerpo lagunar porque su planta de tratamiento no funciona.
A su turno el alcalde de Aquitania, Luis Felipe Cardozo, quien además es cultivador de cebolla, le achaca la situación a la Corporación, entidad de la que afirma se ha dedicado perseguir a los productores y a realizar estudios cuando lo que en su opinión se requiere es que la autoridad sea más efectiva en la limpieza de la elodea que se aloja en el fondo del lago y en promover procesos productivos sostenibles que permitan un equilibrio entre la conservación y la economía local.
Sobre el particular Felipe Velasco, director de la Fundación Montecito, hizo énfasis en seis aspectos para entender los conflictos del lago. El primero, y a pesar de los diagnósticos y del conocimiento recopilado, es la negligencia estatal para emprender las tareas que permitan superar los problemas.
El segundo la falta de protección a través de la designación del lago como sitio Ramsar. El tercero la falta de cultura ciudadana. El cuarto está asociado a la desarticulación institucional para tomar decisiones definitivas. El quinto relacionado con la justa compensación que deberían pagar los productores de cebolla por los servicios que les presta el lago. Y el sexto tiene que ver con la responsabilidad de los compradores de exigir a los cultivadores buenas prácticas de manejo ambiental.
Ciénaga y los pasivos del petróleo
Foto: Blog Colombia y Minería
La Ciénaga de Palagua, en Puerto Boyacá, carga con el lastre que le ha dejado la extracción de hidrocarburos y con la pasividad de la Agencia Nacional de Licencias Ambientales – ANLA – para exigirle a las empresas Mansarovar Energy Colombia e Ismocol hacer un inventario de los pasivos ambientales y un plan para reparar los daños.
A la presencia de las piscinas para depositar desechos petroleros cerca de la ciénaga se suma la presión que ejerce la comunidad que ha colonizado sus orillas, y la actividad ganadera que persiste en la zona como lo advirtió Germán Bermúdez, director de Medio Ambiente de la Gobernación, a pesar de que Corpoboyacá ya definió el área de la ronda.
Fúquene y sus problemas
Foto: CAR
El inventario de los líos por los que atraviesa este embalse natural está ampliamente caracterizado. En primer lugar la sedimentación que puede ascender, según la CAR, a los 74 millones de metros cúbicos consolidados sobre el cuerpo lagunar.
El segundo, la invasión de la que ha sido objeto para el desarrollo de actividades agrícolas y ganaderas que además de reducir su área también contamina sus aguas.
El tercero es que al menos 10 municipios del norte de Cundinamarca vierten sus aguas residuales a sus afluentes, los ríos Ubaté y Suárez
Un cuarto problema es el alto nivel de deforestación de las cuencas que alimentan a la laguna.
A estos se suman, según los líderes ambientales de los dos departamentos, “los proyectos fallidos que ha emprendido la CAR y en los que se han invertido millonarios recursos sin que ninguno haya aportado efectivamente a la solución de la crisis”.
Como se aprecia, el escenario del agua en Boyacá es bastante complejo, pero preocupa más que las acciones previstas para devolverle adecuadas condiciones de suministro y calidad estén proyectadas para el mediano y largo plazo. Como están las cosas, si llegará a concretarse alguno de los proyectos previstos, solo en un periodo de 10 años podrían verse cambios, ojalá sustanciales. en el adecuado manejo del recurso hídrico.
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