“Las planicies inundables del departamento de Casanare, uno de los sistemas de humedales más grandes del país, están siendo transformadas en extensos arrozales”.
La frase es de Brigitte Baptiste, directora del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, y fue extraída de un artículo que apareció en la revista Semana el pasado 30 de marzo.
En la publicación Baptiste ironiza al decir que ‘Colombia siembra’, un programa del Ministerio de Agricultura, “no parece estar conversando con ‘Colombia sostenible’ y el resultado en el territorio (casanareño) es el avance sin control de los cultivos de arroz en modalidad extractivista, es decir, que arrasan humedales, bosques de galería, matas de monte y toda su biodiversidad”.
La afirmación de la experta concuerda con el diagnóstico que soporta el Plan Regional Integral de Cambio Climático de la Orinoquía que concluye que los principales generadores de los gases de efecto invernadero (GEI), y en consecuencia del calentamiento de la tierra en esa zona del país, son la ganadería extensiva y las plantaciones de arroz.
Y el Plan Regional, que fue presentado el pasado 10 de mayo en Bogotá, prevé acciones para adaptar a la región a las nuevas realidades climáticas y mitigar sus efectos sobre la vida humana, la fauna y los ecosistemas.
Sebastián Salazar, profesional de apoyo de la subdirección de Planeación de Corporinoquía, explicó que el Plan de Cambio Climático para la región está compuesto por 25 proyectos formulados por el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) en el marco de un convenio interinstitucional del que es actor esencial la Corporación para el Desarrollo Sostenible de la Macarena (Cormacarena) y que cobija a los departamentos de Arauca, Casanare, Meta y Vichada.
Salazar dijo además que el plan surgió a instancias de lo previsto en el decreto 298 de 2016, expedido por el Ministerio de Ambiente, y que le dio vida administrativa al Sistema Nacional de Cambio Climático. Agregó que a diferencia de otras regiones del país este es el primero que cobija a más de un departamento.
¿Y por qué un plan regional? Por las características ecológicas, ambientales y socioculturales que comparten las entidades territoriales que integran la Orinoquía, y a partir de las cuales debe hacerse la planificación económica del territorio.
Salazar precisó que el Plan tiene varios componentes: biodiversidad, servicios ecosistémicos, dimensión humana, agrícola y agroindustria, minería e hidrocarburos y recurso hídrico, los cuales fueron determinados a partir de inventarios y diagnósticos previos que permitieron identificar situaciones de amenaza, vulnerabilidad y riesgo climático.
Con base en estos análisis y en un trabajo conjunto entre Corporinoquía, Cormacarena, el CIAT y las comunidades de la región, se priorizaron medidas de adaptación y mitigación que están contenidas en los 25 proyectos que el Centro Internacional de Agricultura Tropical entregará en su totalidad, con metodología y costos, en los primeros días de junio para avanzar luego hacia la fase de gestión de recursos.
El Plan Regional Integral de Cambio Climático, que prevé acciones a 2040, es decir por un periodo de 23 años a partir de 2017, se implementará de manera articulada. Eso significa que tanto las gobernaciones como las corporaciones involucradas seleccionarán dos proyectos anuales y constituirán una bolsa común que permita impactar de manera articulada, eficiente y efectiva en toda la Orinoquía colombiana.
La esperanza de Brigitte Baptiste y de sus científicos del Humboldt, de los habitantes de la zona y de los ambientalistas es que a partir de este ambicioso plan se logré concertar y concretar la reconversión productiva de sectores como el ganadero y el arrocero que tanto impacto generan en la biodiversidad de la inmensa llanura.