Guillermo Casas es el responsable del vivero de Corpochivor en el municipio de Macanal. Allí tiene la delicada misión de sembrar y de ver germinar el material vegetal de 45 especies para clima medio o templado, característico de al menos 12 municipios de esta zona del Valle de Tenza.
Casas es oriundo de Samacá pero hace 10 años le propusieron radicarse en Macanal para trabajar como viverista de la Corporación. Sin parar de consentir las hojas de una planta melífera conocida como Casco de vaca, Guillermo concluye que esta es una de las mejores decisiones que ha tomado en su vida.
“Desde que me trajeron para acá me gustó este trabajo y vivo feliz entre la naturaleza y seguiré trabajando hasta cuando mi Dios me de licencia”. Sus hijos, entre ellos los árboles que ha criado, esperan que sea por mucho, mucho tiempo.
Tiene 45 años y desde los 20 se enamoró de este oficio. En sus cálculos estima que en los últimos 25 años ha sembrado algo así como tres millones de semillas.
De lunes a sábado su rutina es casi la misma. En compañía de dos o tres auxiliares llenan bolsas con tierra, hacen semilleros, deshierban, fumigan, limpian las cunetas, riegan y entregan insumos para la revegetalización de fincas o de predios destinados a la conservación.
El sábado en la tarde viaja a Garagoa a compartir con su esposa y con su hijo de 12 años. A pesar de esta agradable compañía, Guillermo no deja de pensar en sus otros ‘chinitos’, los arbolitos que crecen en el vivero. Confiesa que le hacen falta, que si tiene que demorarse más de lo previsto se vuelve como loco de pensar en que una lluvia fuerte pueda deteriorar los semilleros o fracturar sus incipientes tallos. En las noches acostumbra a levantarse para revisar que todo esté bien.
Como todo padre amoroso y protector, Guillermo siente nostalgia cuando los árboles salen del vivero rumbo a un terreno que va a ser reforestado, sin embargo, su melancolía se transforma en alegría al apreciarlos robustos y frondosos en medio del bosque. Y ahí es cuando evoca las palabras del viejo general Douglas MacArthur: “No he vivido en vano”.
Aporte a la conservación
Corpochivor produce en total 300 mil árboles al año en sus dos viveros: el de Macanal y el de Ramiriquí. En el primero nacen los de clima cálido y en el segundo los que resisten las temperaturas más bajas.
Vicente Medina López, hace parte del equipo de la Corporación encargado de los programas de reforestación y restauración del proyecto Oferta Forestal de Corpochivor.
Medina explicó que el vivero de Macanal, ubicado a 1.350 metros sobre el nivel del mar, produce cedro rosado, tulipán, ocobo, cámbulo y ayuelo, además de especies propicias para las aves como laurel de cera y eugenia.
Del vivero de Ramiriqiuí, población que se ubica a una altitud de 2.300 metros sobre el nivel del mar, se obtienen plántulas de arrayan, mortiño, duraznillo, árbol loco, siete cueros y gaque, especies enfocadas en la protección de nacimientos y áreas de captación de agua.
Los arbolitos que cuida Guillermo en Macanal y sus compañeros de Ramiriquí aportan a los proyectos de reforestación que Corpochivor adelanta en convenio con Corpoboyacá y el Fondo de Compensación Ambiental que incluyen aislamiento de áreas estratégicas, cercas vivas y actividades agroforestales.
Este esfuerzo ha logrado calar entre los propietarios de fincas de los 25 municipios que hacen parte de la jurisdicción de Corpochivor. La entidad reporta que anualmente se reciben 500 solicitudes de plántulas que son diseminadas en potreros y cerca a los nacimientos de agua. Quizá por ello Corpochivor es una de las entidades que menos problemas de deforestación tiene según el balance que anualmente publica el Ideam.
Guillermo es en mucho responsable de que eso sea así, y cuando sale de viaje y mira hacia el bosque ve orgulloso a “sus hijos” sirviendo de alimento a otras especies y aportando a la calidad del aire de quienes tienen la fortuna de vivir en esta «tierra de promisión».