La apuesta de los integrantes del grupo de investigación Bioquímica y Nutrición Animal – GIBNA – , de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la universidad pública de Boyacá, es hallar una alternativa proteínica para las gallinas y los pollos de engorde de tal manera que en los criaderos de estas aves eviten alimentarlos con salvado de trigo, harina de trigo, harina de maíz o harina de soya.
Melisa Munevar, médica veterinaria y zootecnista de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, se refirió al hecho de que el uso de estos productos genera una competencia con los requeridos para la alimentación humana, y al reemplazarlos por larvas de escarabajos se reduce esa tensión y se aportan mayores valores proteicos a las aves de corral.
Munevar, quien además es joven investigadora, detalló que las larvas usadas en este proceso experimental corresponden al insecto isópodo asmorio, un escarabajo del pacífico colombiano. En un documento publicado por la Universidad del Valle se reporta que en Bahía Málaga, frente a Buenaventura, han sido identificadas ocho especies de este crustáceo y hoy podrían ser muy útiles para los avicultores de Boyacá.
Melisa y sus compañeras trabajan para confirmar su hipótesis y en el marco de ese ejercicio están alimentando a las larvas con residuos de cosecha, de molienda y de panadería en lugar de salvado de trigo o harinas de uso humano.
También evalúan la calidad composicional de los insectos. Los análisis les han permitido establecer en ellos un contenido de proteínas cercano al 40 por ciento además de la presencia de lípidos. Estos componentes se constituyen en una opción nutritiva adecuada para gallinas y pollos, según la opinión de los académicos.
El intenso trabajo en el laboratorio ha dado sus frutos y los integrantes del Grupo GIBNA han hecho dos hallazgos reveladores, el primero está relacionado con las propiedades de la harina derivada de las hojas de cannabis, su uso aumenta el porcentaje proteínico de las larvas.
El segundo descubrimiento, o una primera aproximación a este, es la capacidad de las larvas para consumir y degradar residuos de plástico e icopor.
Aunque Melisa Munevar se muestra cautelosa, un rasgo propio de quien asume con prudencia su labor, se detiene a precisar que las larvas no pueden eliminar completamente el plástico, pero están en capacidad de consumir entre un 5 % y un 20 % de este tipo de materiales. Esta podría ser una alternativa en el reto de reducir o neutralizar el impacto del plástico que abarrota los rellenos sanitarios, contamina las fuentes de agua y amenaza a la biodiversidad.
Juliana Triana, estudiante de Ingeniería Agropecuaria de la Fundación Universitaria Juan de Castellanos, y quien realiza su pasantía el grupo GIBNA, enumeró las cuatro fases del ciclo de vida de las larvas: huevo, larva, pupa y adulto.
“Lo que nos interesa principalmente es la fase de larva que dura entre 8 y 11 semanas”, describió.
Las condiciones para la cría de los insectos no son muy exigentes, requieren una alimentación adecuada, una humedad del 60 %, una mínima exposición a la luz y una temperatura de entre 25 y 30 grados centígrados.
Esta es una investigación que promete mucho, primero por la posibilidad de que las larvas se consoliden como fuente sostenible y eficiente de proteínas y lípidos para la alimentación pecuaria, segundo por los beneficios ambientales al procesar el plástico y tercero porque sus residuos son, según las pruebas, un fertilizante de alta calidad.
Este proyecto es financiado por la Vicerrectoría de Investigación y Extensión de la UPTC.
