La Organización Mundial de la Salud estima que 23% de todas las muertes están vinculadas a “riesgos ambientales” como la contaminación del aire, del agua y la exposición a sustancias químicas.
Estadísticas como esta son la razón por la cual el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aprobó recientemente una resolución que reafirma las obligaciones de los Estados de proteger los derechos humanos y tomar medidas más contundentes de cara a los desafíos ambientales.
Estas son algunas de las formas en que un planeta en riesgo ahora está amenazando también al derecho humano a la salud.
1. La destrucción de espacios silvestres facilita la aparición de enfermedades zoonóticas.
La alteración de la tierra con el fin de crear espacio para hogares, tierras de cultivo e industrias ha puesto a los humanos en un contacto cada vez mayor con la vida silvestre y ha creado oportunidades para que los patógenos se propaguen de los animales salvajes a las personas.
Se estima que 60% de las infecciones humanas son de origen animal. Y hay muchos otros virus listos para pasar de los animales a los humanos. Según la plataforma intergubernamental científico-normativa sobre diversidad biológica y servicios de los ecosistemas (IPBES), “se estima que hay hasta 1,7 millones de virus no identificados y susceptibles de infectar a las personas en los mamíferos y las aves acuáticas. Cualquiera de estos podría ser la próxima ‘Enfermedad X’, potencialmente más perjudicial y más letal que la COVID-19 ”.
2. La contaminación del aire reduce la calidad de la salud y la esperanza de vida.
En todo el mundo, nueve de cada 10 personas respiran aire sucio, lo cual daña su salud y acorta su vida. Cada año, alrededor de 7 millones de personas mueren a causa de enfermedades e infecciones relacionadas con la contaminación del aire, más de cinco veces el número de personas que mueren en accidentes de tráfico.
La exposición a contaminantes también puede afectar el cerebro, al provocar retrasos en el desarrollo, problemas de comportamiento e incluso un coeficiente intelectual más bajo en los niños. En las personas mayores, los contaminantes están asociados con las enfermedades de Alzheimer y Parkinson.
3. La pérdida de biodiversidad compromete el valor nutricional de los alimentos.
Solo en los últimos 50 años las dietas humanas se han vuelto un 37% más similares, con solo 12 cultivos y cinco especies animales que proporcionan el 75% de la ingesta energética mundial. En la actualidad, casi una de cada tres personas padece algún tipo de desnutrición y gran parte de la población mundial se ve afectada por enfermedades cardíacas, diabetes y cáncer relacionadas con la dieta.
4. La pérdida de biodiversidad también reduce el alcance y la eficacia de los medicamentos.
Los productos naturales representan una gran parte de las sustancias farmacéuticas existentes y han sido particularmente importantes en el área de la terapia del cáncer. Pero las estimaciones sugieren que 15.000 especies de plantas medicinales están en riesgo de extinción y que la Tierra pierde al menos una droga potencialmente importante cada dos años.
5. La contaminación está amenazando a miles de millones en todo el mundo.
Muchos problemas de salud surgen de la contaminación y de la idea de que los desechos se pueden ‘tirar’ cuando muchos de ellos permanecen en los ecosistemas, lo que afecta tanto a la salud humana como al medio ambiente.
El agua contaminada por desechos, las aguas residuales no tratadas, las escorrentías agrícolas y las descargas industriales ponen a 1.800 millones de personas en riesgo de contraer cólera, disentería, fiebre tifoidea y poliomielitis.
El metilmercurio, una sustancia que se encuentra en los productos cotidianos y que contaminan el pescado, puede tener efectos tóxicos en los sistemas nervioso, digestivo e inmunológico cuando los humanos lo consumen. Y un conjunto de evidencias cada vez más contundentes sugiere que existe un motivo de preocupación sobre el impacto de los microplásticos en la vida marina y la red alimentaria.
Además, cada año, 25 millones de personas sufren intoxicación aguda por plaguicidas. Y el glifosato, el herbicida más utilizado en el mundo, está asociado con el linfoma no Hodgkin y otros cánceres.
Incluso los medicamentos pueden tener un impacto negativo al infiltrarse en los ecosistemas. Un informe del PNUMA de 2017 encontró que los antibióticos se han vuelto menos efectivos como medicamentos debido a su uso generalizado para promover el crecimiento del ganado. Aproximadamente 700.000 personas mueren cada año por infecciones resistentes.
6. El cambio climático presenta riesgos adicionales para la salud y la seguridad.
La última década fue la más calurosa en la historia de la humanidad y ya estamos experimentando los efectos del cambio climático, a medida que los incendios forestales, las inundaciones y los huracanes se convierten en eventos regulares que amenazan vidas, medios de subsistencia y la seguridad alimentaria. El cambio climático también afecta la supervivencia de los microbios, facilitando la propagación de los virus. Según un artículo publicado por la IPBES, “es probable que las pandemias ocurran con más frecuencia, se propaguen más rápidamente, tengan un mayor impacto económico y maten a más personas”.
La 46a sesión del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas aprobó recientemente una resolución en la que pide a los Estados que conserven, protejan y restauren los ecosistemas, y en la que los describe como cruciales para la salud y el bienestar humanos. Alrededor de 69 estados se comprometieron a entablar un diálogo para reconocer el derecho a un medio ambiente seguro, limpio, saludable y sostenible.
Durante la sesión del consejo, 15 entidades de la ONU, incluido el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, emitieron una declaración conjunta en la que expresaron su apoyo al reconocimiento mundial del derecho a un medio ambiente seguro, limpio, saludable y sostenible.
La resolución se produjo justo antes del lanzamiento del Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas 2021-2030, un esfuerzo global para prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas en todo el mundo.
Fuente: ONU