No se trata de una afirmación alarmista, es un hecho real que sucede en el departamento de Boyacá, del que nos preciamos por el verdor de sus paisajes, la imponencia de sus montañas, la belleza de sus páramos, la majestuosidad de sus glaciares, la riqueza de sus bosques y la importancia de parajes como el lago de Tota.
Ese lago de Tota que tanto publicitamos como uno de los principales destinos turísticos de Boyacá recibe las aguas residuales de Aquitania y de su zona hotelera, además almacena residuos de agroquímicos y piscícolas.
El río Chicamocha, precedido del prestigio de ser la arteria hídrica más importante del departamento y en torno al cual se gestó el desarrollo del centro de Boyacá es, tristemente, nuestra mayor cloaca. Las aguas residuales de Tunja, Duitama y Sogamoso, por solo mencionar los municipios más poblados, son arrojadas a su cauce, incluso a los canales de drenaje del Distrito de Riego del Alto Chicamocha del que se sirven cientos de cultivadores para asperjar sus productos.
Una situación similar ocurre con otros cuerpos de agua de Boyacá, y las acciones para corregir esta perversión en contra del recurso hídrico son costosas y demoradas en el tiempo.
Una muestra de ello es la planta de tratamiento de aguas residuales (PTAR) de Tunja en la cual se han invertido desde 2007 alrededor de 20 millones de dólares, y 14 años después aún no está en plena capacidad de operación. La actual administración de la ciudad proyecta un cuarto módulo que estaría listo en 2024.
El caso de Sogamoso es vergonzoso pues con una millonaria inversión se construyó una planta de tratamiento que aún no opera y que no lo hará por aparentes problemas de diseño que investiga la Procuraduría Regional, labor de indagación lenta y hasta ahora con resultados desconocidos para la opinión pública. De Duitama hay muy poco por decir, sus intentos por contar con una PTAR han resultado en frustración.
Este panorama se agrava con lo poco ambiciosos que resultan los planes de desarrollo y de acción de la Gobernación y de las corporaciones autónomas regionales para enfrentar la situación. En el plan de desarrollo del departamento se tienen como meta del cuatrienio apenas tres “sistemas de tratamiento de aguas residuales optimizados y puestos en operación”, muy poco para la problemática que se advierte.
Corpoboyacá prevé para el cuatrienio que culmina en 2023 el apoyo a cuatro municipios para la construcción y/o optimización de sus PTAR. Corpochivor, por su parte, estima invertir $ 650 millones en la “implementación de sistemas de tratamiento de aguas residuales municipales u obras asociadas o complementarias” y la meta del cuatrienio es del 100 por ciento, según se lee en el Plan de Acción aprobado por su Consejo Directivo.
En el Día Mundial del Agua es mucho lo que hay por reclamar y muy poco para celebrar. Esta fecha es propicia para exigir de los administradores públicos mayor ambición en la formulación de proyectos y en la gestión de recursos con los cuales se pueda enfrentar el reto de tratar las aguas residuales y devolverlas en condiciones apropiadas para garantizar la subsistencia de cientos de especies que dependen del bienestar de ríos, quebradas, embalses y lagunas.