Son justificadas sin duda estas motivaciones, son válidas en un país con deudas históricas enormes y en donde el descontento es generalizado por la manera como se administran los recursos públicos, y la lentitud estatal para atender de fondo las necesidades básicas de la población o dar solución a los conflictos que nos aquejan.
En la agenda de los reclamos ciudadanos, en las pancartas de las marchas, en las arengas convertidas en ecos que recorren las calles de nuestras ciudades deberían incluirse exigencias sobre la urgente descontaminación de ríos y lagunas, la protección de páramos y bosques, la erradicación del tráfico de fauna silvestre y la solución definitiva al silencioso y creciente problema de las basuras.
La voz tiene que levantarse además para reclamar por la demora en la implementación coordinada de acciones para hacerle frente al cambio climático en Boyacá. Quizá haya quien considere prioritarios otros asuntos, sin embargo, el tiempo apremia y el deterioro de los recursos naturales avanza sin piedad comprometiendo la existencia de muchas especies, incluida la nuestra. Estos temas deben hacer parte de la movilización social.
Hay que protestar en contra del deterioro de los ecosistemas y frente a ese reclamo todos debemos dar explicaciones, todos estamos llamados a rendir cuentas por nuestros actos en detrimento del planeta.