Fuente: agenciadenoticias.unal.edu.co
Acciones como reciclar biomasa, optimizar la disponibilidad y el flujo balanceado de nutrientes y diversificar los cultivos, contribuirían a disminuir la contaminación del suelo en el municipio de El Cerrito (Valle).
Las principales fuentes de contaminación del suelo en las actividades agrícolas incluyen fertilizantes de síntesis química, estiércol animal y plaguicidas, insumos que contienen agroquímicos con trazas de metales pesados como mercurio, cadmio, arsénico, plomo, cobre y níquel, considerados dañinos pues alteran el metabolismo de las plantas y reducen la productividad de los cultivos; también pueden ocasionar salinidad en el suelo, acumulación de metales pesados y afectar la salud humana.
En ese sentido, los profesores Juan Carlos Ortiz, Daniela Cubillos Ochoa y Diego Iván Ángel, integrantes del grupo de investigación de Agroecología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, elaboraron una cartilla en la que proponen alternativas para reducir los impactos ambientales de las actividades agropecuarias y producir alimentos sanos y nutritivos.
“Lo que se busca es un uso más racional de bienes naturales como el agua y el suelo, establecer una producción agropecuaria enfocada en deducir las relaciones ecológicas entre plantas, insectos y microorganismos, y entender cómo estas relaciones se ven afectadas por las condiciones edafoclimáticas (del suelo y del clima) y otras más”, asegura el profesor Ortiz.
La investigación, plasmada en el libro De la producción más limpia al manejo ecológico de cebolla de rama –presentado en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo)–, se realizó en el cañón del Chinche, una zona que atraviesa la cordillera Central del Valle del Cauca y que se ve altamente afectada por las actividades agrícolas desarrolladas allí.
“En la zona predominan los cultivos de cebolla de bulbo y de rama, manejados mediante la aplicación excesiva de fertilizantes de síntesis química, pesticidas y gallinaza cruda, que impactan negativamente las fuentes hídricas, contaminan el agua y los suelos y desequilibran a los ecosistemas”, explica el profesor Ortiz, autor del libro.
Para solucionar esta problemática, los agricultores podrían reciclar biomasa, mejorar el manejo de la materia orgánica del suelo para aumentar la actividad biológica, manejar mejor el microclima en los cultivos, cosechar agua y aumentar la cobertura del suelo para reducir posibles pérdidas causadas por la radiación solar, el aire y el agua, según el estudio.
“También es importante aumentar la diversidad biológica en los agro-ecosistemas, incluyendo especies y variedades, rotación de cultivos y policultivos, además de promover procesos ecológicos que aumenten interacciones biológicas y sinergismos entre diferentes componentes del agro-ecosistema (aumentar la biodiversidad). Estas alternativas se traducen en un manejo sostenible y que se puede aplicar para una agricultura más sustentable”, asegura el experto.
Además, atacar esta problemática contribuye a preservar la diversidad, pues con la aplicación de los pesticidas mueren insectos y polinizadores como las abejas.
El profesor explica que “aunque el Cañón del Chinche se encuentra en un área del municipio de El Cerrito, en donde hay una gran cantidad de sistemas protegidos y tienen un plan de manejo para su producción, esta zona no cuenta con las mismas condiciones”.
“Allí se concentran los cultivos intensivos y la práctica de la ganadería; el bosque se ha perdido y como el cultivo se concentra en la cebolla de rama y zonas de pastizales, genera erosión eólica e hídrica, lo que propicia la rápida degradación del suelo”.
Al realizar la investigación, el profesor Ortiz se encontró que los agroquímicos utilizados no son monitoreados ni se ha establecido qué tipo de plagas existen, y el uso de pesticidas afecta la salud de los agricultores.
Parcelas alternativas
Los investigadores implementaron parcelas experimentales, realizadas con el apoyo de la Institución Educativa Técnico Agropecuaria Hernando Borrero Cuadros, en el corregimiento de Tenerife.
“Ensayamos microorganismos para hacerles frente a las enfermedades de la cebolla de rama, y después establecimos una estrategia de monitoreo e instauramos 3 parcelas satélites con la ayuda de cultivadores comerciales de esta cebolla. Se desarrollaron actividades y talleres en los que los cultivos se combinaron con otros, como papa, zanahoria y lechuga, lo cual evidenció una importante mejora en el uso del suelo”, explica el docente.
También establecieron el manejo ecológico de algunas plagas, como el mojojoy, que dañan las raíces de las plantas. “Con las plagas se realizó un manejo cultural, ecológico y preventivo, y se determinó que al rotar los cultivos, aplicar materia orgánica compostada, y no utilizar el gallinazo (o materia cruda de fertilizante) se pueden reducir los niveles de nitrógeno que pueden llegar a quemar las plantas”.
El sistema demostró que se alcanzaría el mismo nivel de producción agropecuaria que con los métodos tradicionales.