Foto: Archivo Particular
La comunidad está entusiasmada con el proyecto que, vereda por vereda, ha ido a explicar la Alcaldía de Tunja.

Cuando el agua llegue a siete veredas de Tunja habrá fiesta

Casi tres mil personas que viven en la cuchilla occidental de la capital boyacense hoy no saben qué es tener agua potable. Proyecto de la Alcaldía pretende llevarles el líquido este año.

Abrir el grifo, dejar correr el agua, bañarse con calma, lentamente y repetir la acción cada mañana. Eso probablemente no sea para usted cosa del otro mundo, pero para don Nicolás, don Laureano, o doña Alcira, viejos de más de 60 años eso sí que sería todo un privilegio.    

Como ellos hay 2.812 personas que aunque usted no lo crea viven en Tunja y pocas veces en su vida han sabido qué es contar con el servicio de agua potable. Cuando ese día llegue, dicen los abuelos entre risas, harán una gran fiesta para celebrar que por fin, luego de toda una vida, tendrán agua.

Ese momento podría no estar lejos, y ahora lo saben los habitantes de siete veredas que conforman la cuchilla occidental de la capital boyacense, esa que si viajara de norte a sur por la ciudad, verá a la derecha y a lo lejos como montañas de tierra amarillentas.

“Se ve así por la resequedad que tiene el suelo, pues ese sector siempre ha padecido por falta de agua; la comunidad ha venido tratando de buscar soluciones a su problema a lo largo de toda la historia de la ciudad, pero no ha sido posible. Hasta ahora”, explica Guillermo Jiménez, secretario de Desarrollo de Tunja.

Pero, ¿cómo han sobrevivido sin el líquido vital durante tantos años?, se preguntan muchos. La respuesta es simple: se abastecieron del agua que brotó de los nacimientos hasta que estos desparecieron, y de los reservorios que almacenaron el agua lluvia de los que hoy ya no queda ni el rastro.

“Ya ni llueve, antes nos bandeábamos con los aljibes de los que salía el agüita; el pozo que nos abrieron arriba nos sostuvo un tiempo, pero el verano lo secó hace años”, se queja don Laureano Mayordomo, el abuelo campesino de 67 años que ha vivido desde siempre en El Manzano, una de las veredas que dejaría de sufrir de sed.

Mientras en la ciudad se derrocha agua, en las veredas que se ubican al occidente de Tunja la escasez es total. 

El aporte de la minería

La mano del hombre también ha ayudado a agudizar la crisis; la explotación de minas de carbón en esa zona se ha encargado de contaminar dichos nacimientos de agua que hoy son imposibles de tratar.

“El pozo profundo que teníamos se secó, el agua se sumergió producto de la minería, la poca que sale está tan contaminada que ni la ropa se puede lavar porque corta el jabón”, señala Mario Nope, un hombre de unos 40 años que también creció en El Manzano y que nunca ha visto salir agua del grifo.

Atrás quedaron las épocas en las que a lomo de mula recogían el agua que brotaba a kilómetros  de  sus casas. “Uno antes cogía las vasijas y se iba hasta donde hubiera pozos, en cualquier parte los encontraba, ahora ya no”, reniega María del Milagro Buitrago, a quien ni el nombre le ha servido para que ‘se le haga el milagrito de ver correr agua’. 

-¿Recuerda que la lluviecita que caía la recogíamos del tejado para lavar la ropa?, le pregunta a sus vecinos doña Alcira López, una mujer de avanzada edad de ruana y sombrero que parece haber perdido la esperanza en que algún día vuelva a ver brotar el agua.

Y cómo no perderla, si pese a que por su casa pasan redes de acueducto, al igual que lo hacen por las de 700 familias más de estas siete veredas, pocas veces, por no decir casi nunca, ha corrido el líquido vital.

“Existen redes, infraestructura pero no agua, incluso hay construidas siete plantas de tratamiento compactas  que funcionaron en algún momento, pero posteriormente cuando el recurso se agotó  quedaron fuera de servicio”, explica Ismael Najar, ingeniero sanitario de la Secretaría de Desarrollo de Tunja.

La sed se empezó a sentir con más fuerza hace unos cuatro años, dicen los habitantes, y el agua que llegaba en carrotanques cada 25 días ya no fue suficiente.

“La llevaban hasta el tanque de almacenamiento y de ahí la distribuían durante máximo hora y media, así que tasábamos el agua para todo el mes pero no alcanzaba”, dice Edwin Saavedra, un citadino que decidió construir su casa a las afueras de la ciudad con tan mala suerte que nunca reparó en que el sector no tenía agua.

Ahora la distribución del líquido se hace cada ocho días, la bendita agua llega en carrotanques de la Unidad de Gestión del Riesgo o del Cuerpo de Bomberos y debe ser comprada por los habitantes que tienen que darse mañas para hacer que rinda mientras esperan la nueva venida del vehículo abastecedor o de ese proyecto que promete darles agua las 24 horas del día.

El proyecto que calmará la sed

En las veredas de Tras del Alto, sector El Manzano, sector Florencia y sector Aposentos; en El Porvenir; La Esperanza; Runta Arriba sector La Aguadita; y en Chorro Blanco Alto no se habla de otra cosa que de la llegada del agua que por décadas han estado esperando.

“Estas veredas han venido sufriendo, sobre todo en verano, porque las fuentes que son de muy poca capacidad hídrica se han secado en su totalidad. Hoy la gente no tiene con qué consumir el alimento diario”, señala el ingeniero Ismael Najar, mientras menciona el caso de la vereda El Manzano.

Allí hace años acudieron a trabajar con agua subterránea pero el pozo que había se secó en su totalidad; un segundo pozo fue cavado pero hoy sus aguas son de pésima calidad, intratables e incapaces de calmar la sed de sus habitantes.

“Cuando esta administración llegó (la del  alcalde Pablo Cepeda), encontró un proyecto para construir un acueducto de occidente que valía cerca de 5 mil millones de pesos, planteaba la perforación de un pozo profundo en el sector de Runta y requería tres estaciones de bombeo para llevar el agua de un tanque a otro hasta llegar al punto más alto”, explica Guillermo Jiménez, secretario de Desarrollo.

El proyecto, además de ser inviable financieramente, era costoso en su funcionamiento e impagable para los usuarios finales, es decir las más de 700 familias de ese sector de la ciudad.

Así que luego de análisis y estudios encontraron que la solución era llevar el agua directamente desde la planta de tratamiento de agua potable de Tunja ubicada en el barrio Libertador, hasta un tanque de transferencia que se construirá en la cuchilla occidental de Tunja.

A ese tanque de transferencia llegará una línea de impulsión por bombeo, y de ahí, por gravedad, se distribuirá el agua a cada uno de los seis tanques existentes en cada vereda que luego dejarán correr el agua por los acueductos que poco o nada se han usado.

Pero habrá dos sectores, el  Manzano Alto y Esperanza Alto, a los que deberán bombear el líquido vital pues, al estar en una zona más alta no llegará por gravedad.

“Estos siete sectores se alimentarán con agua totalmente potable y ya no será necesario usar las siete plantas de tratamiento existentes que hoy además son obsoletas”, dice el Secretario.

Adicionalmente ya no costará 5 mil millones de pesos sino 1.600 o 1.800 a lo sumo, y están asegurados dentro del empréstito que solicitará la Alcaldía.

Entre mayo y junio se abrirá entonces la licitación pública para las  obras que deberán realizarse, “lo que se espera  es  que si no hay inconvenientes técnicos, el proceso contractual y constructivo lleve a que a final del año podamos tener suministro de agua en Occidente”, dijo el Secretario de Desarrollo.

Proactiva será la encargada de proveer el líquido y con la recién creada Asociación de Usuarios de Acueducto de Occidente discutirán las tarifas que deberán pagar para tener por  primera vez  agua, los siete días de la semana  y las 24 horas del día.

 

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