La comunidad del páramo de Pisba reconoce los servicios ambientales que presta este ecosistema. Foto: Luis Lizarazo.

¿Qué representa el páramo de Pisba para la comunidad?

Esa fue la pregunta que investigadores del Instituto Humboldt les formularon a pobladores de este ecosistema en el marco de un proyecto de ciencia participativa.

Según datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, se estima que aproximadamente 6.000 personas viven y desarrollan actividades agrícolas, ganaderas y mineras en el páramo de Piba, ecosistema situado entre los 3.100 y los 4.100 metros sobre el nivel del mar, en área de los departamentos de Boyacá y Casanare.

Este páramo, que se halla en proceso de delimitación, tiene una extensión estimada de 106.243 hectáreas, geográficamente se localiza en la Cordillera Oriental y se le considera una estrella hídrica de vital importancia por el nacimiento de varias corrientes de agua. De sus entrañas emergen los ríos Cravo Sur, Pauto, Casanare y Payero, y de su bienestar también depende el río Chicamocha.

Las dos autoridades ambientales que tienen responsabilidad inmediata sobre el páramo de Pisba son Corpoboyacá, con jurisdicción sobre el 94 % de su área, y Corporinoquia con el 6 por ciento de la misma.

En total son 12 los municipios los que comparten su territorio con este páramo, 9 de Boyacá (Chita, Gámeza, Jericó, Labranzagrande, Mongua, Pisba, Socha, Socotá y Tasco); y tres de Casanare (La Salina, Sácama y Támara).

El valor del páramo

Durante los talleres de ‘Ciencia participativa’ liderados por el Instituto Alexander von Humboldt en el marco del programa Boyacá Bio, la comunidad describió su percepción sobre el ecosistema y la manera cómo se relaciona con él.

“El páramo es frío, pero es un ecosistema que produce el agua que consumimos para el diario vivir. Gracias al agua es que hay vida, árboles, flora y fauna. Debemos cuidarlos”.

Este testimonio fue obtenido en la vereda San Isidro del municipio de Tasco, y se suma a otro relacionado con la aversión de los pobladores hacia los anfibios y los reptiles, no son considerados como especies de gran importancia, en algunas ocasiones se les asocia a mitos o a episodios de miedo. Tampoco se les vincula con ningún tipo de utilidad.

“Es que uno les tiene como fobia, entonces uno no los estudia ni los mira ni nada, además uno no les ve ningún beneficio. Por aquí por ejemplo uno a la rana le tiene desconfianza porque dicen que daña la piel o provoca alergias si uno tiene contacto con esos animales”.

El frailejón, un emblema

En los testimonios recolectados por los investigadores se estableció el aprecio de los habitantes del páramo por especies como el frailejón, reconocen su aporte en la regulación de los flujos de agua.

Recuerdan que en el pasado era utilizado para construir las paredes de sus casas, incluso servía de materia prima para elaborar colchones artesanales. Son conscientes de las actuales restricciones y de las limitaciones legales para su uso.

Entre las aves más valoradas están las perdices, destacan su belleza y las propiedades nutritivas de su carne.

Además de la importancia del agua, otros recursos y servicios ofrecidos por el páramo de Pisba y estimados por sus habitantes son las posibilidades que brinda para la producción sostenible de alimentos y el desarrollo de proyectos apícolas.

La comunidad del páramo de Pisba identificó 184 especies: 8 de anfibios, 48 de aves, dos de insectos y otros invertebrados, 16 de mamíferos, dos de peces, 104 de plantas y 4 de reptiles.

Amenazas

El programa Boyacá Bio recogió impresiones locales sobre los inminentes riesgos que se ciernen sobre el páramo de Pisba. Acá el detalle de los mismos:

– Hace aproximadamente 50 años en la zona había árboles maduros que mantenían las diferentes fuentes hídricas y la fauna, sin embargo, en la actualidad hay grandes extensiones de pastizales para el ganado bovino, lo que ha reducido la cobertura boscosa.

– Los caudales de quebradas en la vereda Santa Bárbara se han reducido a causa del calentamiento global, pues “los veranos ahora son más largos desde hace 30 o 40 años”.

– Las minas de carbón de la vereda San Isidro, en Tasco, son la principal fuente de empleo en algunas comunidades, allí afirman: “primero éramos agricultores, después ganaderos y ahora mineros. Quienes ejercen el oficio consideran que esta actividad no tiene un alto grado de afectación al páramo, “sin embargo, puede alterar la calidad del agua”.

– Actualmente en Santa Bárbara hay una gran pérdida de conocimientos, prácticas y tradiciones culturales y ancestrales. Se ha dejado de sembrar, la población joven ha migrado a las ciudades y ya no usa casi ruana ni sombrero. 

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