Claudia Rivera, bióloga del programa de Fauna Silvestre de Corpoboyacá, es categórica al afirmar que esta práctica “es un negocio que se lucra del dolor de la fauna silvestre, que beneficia a unos pocos y que se alimenta de la indiferencia de muchos”.
De acuerdo con el diagnóstico realizado por las autoridades ambientales, este conflicto comienza cuando algunos habitantes de las áreas rurales capturan loros, micos, serpientes, venados y otras especies para venderlos o tenerlos como mascotas.
Los responsables de la comisión de este delito colocan trampas, talan árboles y sacrifican a los padres con el propósito de apoderarse de sus crías, que generalmente son transportadas ocultas para comercializarlas a precios irrisorios. Las condiciones en que son movilizados influye directamente en la muerte de los cachorros. Las cifras son alarmantes: 9 de cada 10 animales fallecen por las circunstancias en las que se da este desplazamiento.
“El negocio existe porque en la ciudad o en los pueblos la gente quiere tener un lorito, una tortuguita o un miquito, porque son tan bonitos, juguetones y raros, se dejan llevar por el capricho y por la indiferencia”, señaló Claudia Rivera, quien aseguró que la situación se sigue presentando a pesar de los esfuerzos de divulgación para advertir a la comunidad sobre el daño que se causa a los ecosistemas cuando estos ejemplares son extraídos de su medio natural.
Cuando los animales silvestres se vuelen un problema en las casas porque defecan con frecuencia, porque no hacen caso y porque empiezan a ser vistos como una amenaza, son amarrados o enjaluados. A ello se suma la deficiente alimentación que se les brinda y su propensión a contraer enfermedades lo que, por supuesto, aumenta su estado de vulneración.
Cómo protegerlos
Loros, monos cariblancos y maiceros, el margay o gato tigre y osos, como el perezoso y el hormiguero, son las principales víctimas de los traficantes y de los mercaderes.
En muchos casos son hallados con desnutrición severa, con deterioro en su pelo ocasionado por el estrés, con laceraciones provocadas por las cuerdas, correas o cadenas con las que son atados y con cuadros de depresión como consecuencia de su captura y cautiverio.
Una vez son recuperados por las autoridades, ingresan al programa de atención y rehabilitación en el Centro de Paso de Fauna Silvestre ubicado en el municipio de Soracá que opera la Fundación Universitaria Juan de Castellanos en convenio con Corpoboyacá. Allí reciben valoración profesional y se determina cuáles pueden volver a su medio natural y cuáles, por su grado de desorientación, edad y situación de salud, deben ser enviados a zoológicos.
Las cifras son reveladoras: durante los últimos cinco años Corpoboyacá ha recibido 611 ejemplares de fauna silvestre. De ese total, 344, que corresponden al 51 por ciento, volvieron a su entorno natural.
De manera paralela, y con el apoyo de la Policía Ambiental, se desarrollan estrategias de información y educación orientadas a prevenir la caza, captura, transporte y venta de animales silvestres. A través de ellas se pide a la ciudadanía denunciar este tipo de situaciones a la Línea de Emergencia 123 y al número de atención al usuario 57 (8) 745-7186.
Estrategias de conservación
Los monos cariblancos son las principales víctimas de los traficantes. Foto: Corpochivor
Además de la caza y del tráfico de fauna, hay otro factor que incide en su calidad de vida: la destrucción del hábitat natural que le permite el sustento. La intervención del bosque y del páramo para establecer cultivos o ganaderías se constituye en una amenaza adicional.
Una de las estrategias implementadas por Corpoboyacá para revertir esta situación es la consolidación del Sistema Regional de Áreas Protegidas a través de la cual se han declarado 12 parques regionales naturales, 14 sistemas municipales de áreas protegidas y 35 reservas naturales de la sociedad civil.
Se destacan, por los servicios ambientales que ofrecen, el Parque Natural Regional Serranía de las Quinchas, el Parque Regional Natural Serranía El Peligro y el Parque Regional Natural Siscinsí – Ocetá, además de páramos, bosques andinos, bosques secos y humedales como el Lago de Tota.
A la fecha se dispone de un inventario de 142 mil hectáreas que hacen parte del Sistema Regional de Áreas Protegidas de la Corporación que albergan y mantienen a varias especies de animales silvestres.
Como complemento, y en el marco del proyecto ‘Protección y conservación de fauna silvestre’, se ejecutan acciones de preservación de especies amenazadas. En 2018 se avanzó en labores a favor del oso andino y del venado cola blanca, y en convenio con la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC) se realizaron monitoreos de aves en el Lago de Tota, humedal que tiene la condición de Área Importante para la Conservación de Aves (AICA).
Allí el seguimiento se adelantó especialmente para el manejo de cinco especies: Cucarachero de apolinar (Cistothorus apolinari), Alondra cornuda (Eremophila alpestris), Pato zambullidor (Oxyura jamaicensis), Tingua (Rallus semiplumbeus) y gallineta pintada (Porphiriops melanops).