Colombia es reconocida como un país megadiverso y un territorio donde los negocios que dependen de la naturaleza se han convertido en aliados fundamentales para su cuidado.
Con cerca del 10 % de las especies de seres vivos del planeta y 91 ecosistemas que van desde páramos hasta arrecifes coralinos, el turismo de naturaleza emerge como una alternativa real para que esa riqueza no solo se preserve, sino que genere bienestar económico para miles de familias.
Según el Ministerio de Ambiente, a diciembre de 2024 Colombia cuenta con alrededor de 5.600 negocios verdes verificados por las autoridades ambientales, en el marco del Programa Nacional de Negocios Verdes. La meta oficial es más que duplicar esta cifra y alcanzar 12.630 emprendimientos para 2030
Un turismo que produce conservando
El turismo de naturaleza no consiste únicamente en mostrar paisajes. Implica, según el Ministerio, una visión que combina buenas prácticas ambientales, manejo adecuado de residuos, eficiencia en el uso del agua y la energía, respeto por la capacidad del territorio y participación comunitaria.
Ese enfoque es coherente con la estrategia “producir conservando y conservar produciendo”, eje del Pacto por la Sostenibilidad del Plan Nacional de Desarrollo.
En la práctica, esto significa que quienes operan centros ecoturísticos, agencias de viaje, servicios de guianza, hospedajes sostenibles o experiencias de agroturismo se convierten en gestores del cuidado de los ecosistemas. Su labor ayuda a reducir presiones sobre la biodiversidad, ampliar los beneficios económicos en zonas rurales y fortalecer las economías locales.
Cinco claves para entender qué sí es turismo de naturaleza
Un reciente análisis de WWF Colombia, apoyado en voces de operadores locales y representantes del Viceministerio de Turismo, ayuda a considerar diferencias en un sector donde el término “ecoturismo” suele mal usarse para prácticas que poco tienen de sostenibles.
1. Enfoca sus esfuerzos en lo ambiental
El turismo de naturaleza se planifica con visión de largo plazo. Evalúa impactos, optimiza recursos, reduce costos operativos y coloca al ambiente como eje, no como decorado.
2. Respeta el territorio
Implica cumplir los lineamientos de ordenamiento territorial, evitar la saturación de ecosistemas y garantizar que infraestructura —como piscinas o alojamientos— no comprometa fuentes de agua ni la gestión de residuos.
3. Le da protagonismo a la biodiversidad
La observación de aves, los senderos interpretativos y las experiencias de aprendizaje dependen de ecosistemas sanos. Como afirma un operador antioqueño citado por WWF, “ningún negocio puede estar por encima de la vida de un río o de las aves”.
4. Integra a los jóvenes y a las comunidades locales
El turismo de naturaleza moviliza voluntarios, emprendimientos juveniles y organizaciones comunitarias que trabajan por la conservación.
5. Permite comprender la fragilidad de los ecosistemas
Lugares como los páramos revelan al visitante la complejidad del ciclo del agua y la interdependencia entre naturaleza y vida humana.
Boyacá: un laboratorio vivo de turismo de naturaleza
El departamento de Boyacá, uno de los territorios más diversos de los Andes colombianos, viene consolidando su oferta de destinos naturales bajo la guía de Situr Boyacá, plataforma que integra información turística y ambiental de la Secretaría de Turismo del departamento.
Bosques de niebla y páramos: la columna vertebral del turismo verde
Entre los 1.500 y 3.000 metros, los bosques de niebla funcionan como refugio para aves, mamíferos, anfibios, reptiles y una flora exuberante. Son escenarios ideales para la guianza especializada, el aviturismo y la observación de fauna.
En ellos también se desarrollan proyectos de investigación, corredores biológicos y programas de conservación que hoy fortalecen la narrativa de Boyacá como un destino de biodiversidad.
Especies emblemáticas: el oso de anteojos y el cóndor
El departamento impulsa iniciativas para proteger especies insignia como el oso andino, con un programa activo en el páramo de Mamapacha (Garagoa), y el cóndor de los Andes, cuya conservación se promueve desde el páramo de Siscunsí (Sogamoso).
Estas acciones no solo aportan al equilibrio ecológico, sino que atraen a visitantes interesados en procesos de conservación, ciencia ciudadana y turismo responsable.
Un espectáculo de colores en la zona esmeraldera
En el occidente, hogar de la minería de esmeraldas, una sorpresa natural cautiva a viajeros y fotógrafos: las mariposas Morpho, reconocidas por su intenso azul iridiscente. Su presencia es un símbolo de resiliencia y un atractivo cada vez más documentado por operadores de turismo de naturaleza.
Una oportunidad estratégica para Colombia
El turismo de naturaleza se ha consolidado como una oportunidad para diversificar economías rurales, reconocer territorios marginados, promover el diálogo intergeneracional y posicionar a Colombia como potencia ambiental.
Pero su potencial depende del equilibrio: que más visitantes no signifiquen más presión sobre la biodiversidad, sino mayores incentivos para protegerla. Para que eso ocurra, los negocios verdes, las comunidades locales, las autoridades ambientales y el sector turismo deben seguir tejiendo rutas compartidas, donde cada experiencia turística contribuya —realmente— a conservar los ecosistemas que sostienen la vida.
Colombia está ante una gran posibilidad: que sus riquezas naturales dejen de ser un recurso inagotable y pasen a ser un patrimonio vivo que se cuida mientras se disfruta.
Y Boyacá, con su geografía diversa y su creciente tejido de iniciativas locales, está demostrando que ese camino es posible.







