Fuente: Agencia de Noticias – Universidad Nacional.
Los investigadores observaron lo ocurrido en los bordes entre el bosque y la sabana, conocidos también como ecotonos, luego de las conflagraciones registradas durante las temporadas secas.
Carlos Julián Moreno Fonseca, integrante del Grupo de Investigación en Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas (Ecolmod) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), explicó que en estas zonas de transición se encuentran dos ecosistemas distintos: el bosque denso y húmedo y la sabana más abierta y seca.
“En estos puntos coexisten especies de ambos entornos, y aunque pueden parecer solo ‘franjas de vegetación’, son esenciales para la biodiversidad”, describió el académico y candidato a Doctor en Ciencias – Biología.
La investigación se concentró en las transiciones de bosque ripario, es decir aquellos bosques que bordean ríos y quebradas, y que progresivamente se convierten en sabana, a medida que se alejan de los cuerpos de agua. Estos paisajes mixtos ofrecen conectividad ecológica, albergan gran diversidad y son especialmente sensibles a perturbaciones como los incendios.
Y en este punto surge el protagonismo de los escarabajos estercoleros. Moreno Fonseca destaca que pese a su pequeñez y poca visibilidad “tienen un papel ecológico inmenso” y sus 16 años de estudio dedicados a esta especie así lo avalan. Su interés por estos pequeños ‘dinosaurios’ nació cuando cursaba el pregrado de Biología Ambiental al verlos en documentales africanos, y se consolidó durante el avance de su Doctorado al identificar su potencial como bioindicadores de perturbaciones como los incendios.
Una franja ecológica que merece atención
La investigación se realizó en dos reservas naturales del Vichada: Los Robles y Doña Ana. La primera enfrenta constantes presiones por entresacado de madera, caza furtiva y quemas no controladas. La segunda, en cambio, cuenta con un manejo más estricto, monitoreo de fauna y estrategias de control del fuego como quemas prescritas, que reducen el material combustible para evitar incendios incontrolables.
Allí se capturaron 25.768 individuos de 32 especies usando trampas de caída con cebo mezclado de origen humano y porcino, además de arenas experimentales para evaluar funciones ecológicas como la remoción de excremento, la bioturbación del suelo y la dispersión secundaria de semillas. El muestreo se hizo en tres hábitats representativos del paisaje orinoquense: sabana, ecotono (borde) y bosque.
“Queríamos ver cómo las presiones antrópicas y las medidas de conservación influyen en los resultados ecológicos tras el fuego. Encontramos que en las áreas con mejor conservación hay más escarabajos capaces de repoblar zonas quemadas”, menciona el investigador Moreno. Además, subraya que la conectividad entre hábitats favorece la recuperación ecológica.
Las presiones antrópicas se refieren a las alteraciones causadas por actividades humanas como la deforestación, la caza, el uso del fuego para abrir espacio en el paisaje natural y el aprovechamiento descontrolado de los recursos.
El estudio también identificó que los efectos negativos del fuego son más evidentes en sitios con incendios recientes y frecuentes. Sin embargo, en zonas que llevaban al menos 6 años sin incendios, la biomasa total se recuperaba notablemente debido a la proliferación de unas pocas especies muy abundantes.
“Esto indica una homogeneización funcional, es decir que el ecosistema empieza a depender de menos especies, lo que lo hace más frágil ante futuros cambios”, advierte.
Funciones que no se recuperan fácilmente
Si bien especies pequeñas lograron mantener funciones como la remoción de excremento, otras como la dispersión de semillas grandes y la bioturbación profunda se vieron afectadas por la ausencia de escarabajos de gran tamaño.
“Los grandes rodadores fueron los más impactados. Algunos ni siquiera se encontraron en los sitios más afectados”. En cambio, especies como Uroxys cf. brevis y Digitonthophagus gazella –esta última introducida desde Australia– mostraron alta resistencia.
Según el experto Moreno, D. gazella podría estar desplazando a especies nativas en áreas alteradas debido a su rápida reproducción, capacidad para detectar excremento ganadero y alta tolerancia al fuego.
El estudio concluye que conservar bosques, sabanas y ecotonos es fundamental para que los escarabajos puedan recolonizar áreas degradadas. Además, propone medidas concretas: gestionar el fuego con inteligencia, implementar quemas prescritas, crear barreras cortafuego y educar desde edades tempranas sobre el impacto de los incendios.
“El fuego hay que entenderlo, pero de manera consciente y planificada. Los escarabajos nos están mostrando eso”, afirma. También recalca que estas estrategias deben aplicarse tanto en áreas protegidas como en zonas productivas, y que deben incluir educación ambiental desde la infancia.
La investigación, publicada en la revista Biology, pone sobre la mesa la necesidad urgente de integrar a los insectos en las estrategias de conservación y restauración ecológica en regiones altamente vulnerables al fuego como la Orinoquia.
Además, propone usar a los escarabajos estercoleros como bioindicadores: su presencia, abundancia y diversidad funcional ofrecen pistas valiosas para monitorear la recuperación ecológica y diseñar estrategias de manejo del fuego más sostenibles.