Cálculos de la academia, aportados por el profesor de la Universidad Nacional, Juan Evangelista Carulla, y replicados por organizaciones ambientales con presencia en Boyacá y Cundinamarca, estiman que hace 200 años la laguna pudo haber tenido alrededor de 12.000 hectáreas de espejo de agua y hoy, de acuerdo con tales estimaciones, el embalse apenas tiene menos de 500 hectáreas con tendencia a disminuir.
“En los últimos 50 años la laguna ha venido perdiendo un promedio de 40 hectáreas por año”, mencionó Carulla, y agregó que si no se actúa de manera urgente “la laguna desaparecerá en menos de 15 años”.
Los datos entregados por la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), responsable de su administración, no coinciden con esa cifra. El actual director de la entidad, Fernando Sanabria, estima que el espejo de agua puede alcanzar las 3.700 hectáreas y que la entidad avanza en acciones para su recuperación y delimitación.
El plan de intervención diseñado por la entidad incluye la extracción de sedimentos. Sanabria indicó que mensualmente se retiran en promedio 197 mil metros cúbicos de barro y material vegetal de sus profundidades, una cantidad que permite liberar alrededor de 10 hectáreas cada 30 días.
Esta labor, indicó, es posible gracias a la disposición de un banco de maquinaria compuesto por algo más de 40 equipos entre retroexcavadoras anfibias, retroexcavadoras orugas, barcazas de transporte de material, volquetas y bulldozer, y del trabajo de un equipo profesionalizado que conoce muy bien el comportamiento de laguna, sus dinámicas y el contexto socio – económico del entorno.
Sanabria se refirió en específico al error histórico del Estado de permitir la desecación de la laguna para beneficiar proyectos agrícolas y ganaderos, a la voracidad de quienes con los años han seguido apoderándose de trozos de su ribera, especialmente en época de verano, y a las demoras institucionales para actuar en su protección, sin embargo, insistió, la CAR viene haciendo su trabajo.
“Es una labor dispendiosa y que no tiene la celeridad que la comunidad reclama, el rendimiento no es de la dimensión que se quisiera, pero si la CAR no hubiera asumido el compromiso con Fúquene no tendríamos lo que hoy hemos logrado conservar”, reiteró el director de la Corporación quien estimó que en 10 años podría verse un panorama significativo.
Además de las labores de extracción de sedimentos, Sanabria dio cuenta de la construcción del canal perimetral a través del cual se está delimitando el embalse y “blindándolo para evitar la expansión de la frontera agrícola y ganadera”, una tarea reconocida por el Fondo Nacional del Ganado que la ve con buenos ojos especialmente por el control a las inundaciones en temporada de intensas lluvias.
Fernando Sanabria también se refirió a las inversiones para disminuir el impacto de las aguas residuales de los municipios de la región sobre la laguna, de la cual depende el río Suárez.
Dijo que la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) de Ubaté (Cundinamarca) se encuentra en un 97 por ciento de su ejecución y anticipó que cuando esté terminada se reducirá en un alto porcentaje el aporte de materia orgánica proveniente del alcantarillado de ese municipio. Informó además sobre la contratación de la PTAR de Susa, las aguas servidas de esa localidad cundinamarquesa llegan directamente a la laguna.
El director de la CAR dijo finalmente que junto el retiro de sedimentos, la ampliación del canal perimetral y el aporte de recursos para la construcción de sistemas de tratamiento de aguas negras., la entidad adelanta acciones de educación ambiental dirigidas a promover una relación armónica de los ciudadanos con este recurso natural y la siembra de especies nativas en su cuenca para aportar al equilibrio ambiental de la zona.