“Cuando uno abre la boca para hablar o darle un sorbo al tinto se le meten los zancudos, es realmente insoportable, pero tenemos que vivir acá, nadie ha hecho nada por nosotros”. Así, con rabia y algo de resignación, Héctor Coronado, habitante de la vereda Río de Piedras, de Tuta, describe la situación a la que se ven enfrentados a diario.
El municipio de Tuta se encuentra a 26 kilómetros de distancia de Tunja, la capital de Boyacá, y como antesala, el visitante ve a su derecha un cuerpo de agua tapizado por algas invasoras, conocido como represa de La Playa. De él emana un fuerte olor a huevo podrido y emergen molestas y agobiantes nubes de insectos.
Esta represa fue construida en 1966 sobre el río Jordán para controlar las crecientes del río Chicamocha en época de invierno y regular el flujo de agua en tiempo de verano, en beneficio de los agricultores que dependen del Distrito de Riego y Drenaje del Alto Chicamocha y Firavitoba. Sin embargo, hoy es un depósito de aguas negras.
El Distrito de Riego y Drenaje pertenece a la Agencia de Desarrollo Rural (ADR) y es operado desde 1995 por Usochicamocha, una asociación de usuarios distribuidos entre los municipios de Paipa, Duitama, Santa Rosa de Viterbo, Sogamoso, Nobsa, Tibasosa y Firavitoba.
Héctor Coronado es ganadero y no se favorece del distrito. La vereda Río de Piedras, donde tiene su finca, está cerca de la laguna artificial pero lejos de aquella estructura de riego; por ello insiste en que la presa solo les ha traído problemas. Sus vacas y terneros también son víctimas de los fastidiosos zancudos y debe acudir con regularidad a los baños de aspersión para aliviar su incomodidad.
El problema de olores y vectores se extiende a varios sectores de la localidad. Ana Paulina Camen nació hace 69 años en esta zona de Boyacá y actualmente reside en la vereda Resguardo, sector Santa Teresa, hasta donde llega el nauseabundo aroma de La Playa.
Ana recuerda los cultivos de trigo, maíz y papa en las riberas del río Jordán; evoca su transparencia y aquellos días en los que acudían en convites familiares a recoger agua para cocinar o lavar la ropa, “era un río en el que compartíamos como comunidad”.
El río Jordán, tal cual lo conoció Ana en su infancia, desapareció con la construcción de la represa en el 66, podría decirse que fue absorbido por esta, y a partir de allí empezaron a verse reflejados todos los conflictos que hoy aquejan al sector.
Ana Paulina Camen, habitante de la vereda Resguardo de Tuta.
Cinco años antes, en 1961, la Penitenciaría Nacional de Oriente (Hoy Penitenciaría El Barne) había comenzado a operar y sus aguas residuales empezaron a contaminar las del Jordán. A las pestilencias del penal se sumaron los vertimientos del alcantarillado de Tunja a este río, lo que llevó a su desprestigio, tanto así que el término de río ‘Chulo’, con el que fue bautizado por la población, dada la putrefacción de las aguas que transporta, aparece consignado en varios documentos oficiales.
Al ‘Chulo’ llegan además vertimientos domiciliarios de municipios como Motavita, Cómbita, Oicatá y Chivatá, y de la penitenciaría de Alta y Mediana Seguridad de Cómbita, construida en el gobierno de Andrés Pastrana Arango, y que junto al Barne albergan a casi cuatro mil reclusos; también, los desechos generados en las granjas porcícolas de estos centros de reclusión y aquellos procedentes de las parcelas localizadas en inmediaciones, tanto de la represa como del mismo Jordán.
Todos estos desechos sanitarios y agropecuarios son responsables de su contaminación, y por su alto aporte de sustancias como fósforo y nitrógeno contribuyen a la nutrición del buchón de agua que actualmente invade la totalidad del espejo lagunar.
Los expertos señalan que la materia orgánica proveniente del alcantarillado y aquella generada desde los criaderos de cerdos inciden en el crecimiento exponencial de esta maleza, y la consecuente presencia de zancudos de la especie Culex, o zancudo común, habitante de aguas contaminadas con alto contenido orgánico, como recipientes, zanjas, escurrideros, desagües y fosas sépticas.
Investigaciones académicas, como la realizada por Acosta y Agüero (2005), titulada ‘Malezas acuáticas como componentes del ecosistema’, que hace parte de la Revista Agronomía Mesoamericana de la Universidad de Costa Rica, concluyeron que “la maleza más ampliamente distribuida de este grupo es el buchón de agua o lirio acuático”, el mismo de La Playa.
Otras conclusiones de dicho estudio son las siguientes:
“Esta planta como las demás malezas acuáticas tienen un gran poder de reproducción, produce una gran cantidad de semillas y puede llegar a producir 300 plantas nuevas por mes”.
“Son dos los principales factores que regulan el crecimiento de las malezas acuáticas: luz y nutrientes”.
“Los nutrimentos que más regulan el crecimiento de las plantas acuáticas son carbono, nitrógeno y fósforo; de los tres el fósforo es considerado el que más influye en el crecimiento de las plantas”
Vecino incómodo
Alcira Pedraza Martínez (foto) es quizá la persona que vive más cerca de la represa de La Playa. Su casa, donde funciona el ‘Parador la Playa Puerto Príncipe’, se encuentra a pocos metros de la ribera y allí recibe directamente el impacto de olores, mosquitos y zancudos. Cuenta que en alguna ocasión se topó con una culebra, salida del estanque.
Hace 40 años llegó a la zona con la esperanza de prosperar. Allí estableció su negocio, donde presta servicio de cafetería y venta de víveres y licores. Lamentablemente, el aspecto del sector y el impacto ocasionado por las aguas residuales concentradas espantan a los clientes.
Sucede lo mismo con los establecimientos localizados al otro lado de la doble calzada que comunica a Tunja con Sogamoso. Allí hay un restaurante, una venta de frutas, un billar y un centro de acopio lechero. Sus propietarios deben lidiar todos los días con insectos y pestilencias.
Alcira ha acudido a recursos legales para exigir acciones de las autoridades, y aunque los tribunales le han dado la razón, las decisiones judiciales no se han transformado en soluciones. Su rostro transmite resignación, como cuando no hay nada más que hacer; hoy, su mayor preocupación es el estado de salud de su madre, quien ha presentado cuadro respiratorio agudo, que ella atribuye a los vahos provenientes de La Playa.
Alcira Pedraza Martínez vive muy cerca de la represa. Foto: entreojos.co
Su esperanza, en medio de la situación, es que las entidades responsables limpien el buchón que tapiza la represa, para que al menos los turistas bajen a tomarse fotos, “al fin y al cabo uno se acostumbra al mal olor”.
Laura Camila González hace parte de una generación que ha convivido con este conflicto. Tiene 24 años y ha visto a su familia lidiar con esos efectos perjudiciales. Relata que en el 2000, la comunidad se dio a la tarea de retirar las algas acuáticas, cuya acumulación provoca el olor a huevo podrido y el surgimiento de los insectos; sin embargo, estas vuelven a crecer todos los años.
Los picos de la molestia son altos tanto en invierno como en verano. Cuando llegan las lluvias aparecen zancudos y moscos en forma masiva. En verano, por la limitada circulación de las aguas y su escasa oxigenación, el hedor es inclemente.
Solo una molestia sanitaria
Nubes de zancudos alteran la tranquilidad de quienes viven cerca de la represa. Incluso el ganado y las aves de corral se ven afectadas. Foto: Edgar Vargas
En los análisis efectuados por la Secretaría de Salud de Boyacá se advierte que dichos insectos constituyen una “molestia sanitaria”, pues sus picaduras “pueden causar respuestas alérgicas en las personas”, expresadas en “lesiones cutáneas pruriginosas”.
De eso y de otros síntomas que ha experimentado su familia da fe Gloria Vargas, habitante de la vereda Resguardo. Su hijo de cinco años fue víctima de picaduras y presentó fiebre, vómito y diarrea; debió llevarlo a urgencias y cuando estuvo mejor regresó a casa para enfrentarse de nuevo a su realidad: convivir con una represa contaminada e infestada de zancudos y moscos. La noche es una pesadilla, el zumbido desespera y la única alternativa es acudir al Raid, un popular insecticida, y a la instalación de toldillos.
La “molestia sanitaria” no representa una alarma significativa para las autoridades, pues los insectos de La Playa, en Tuta, no son transmisores de enfermedades como dengue, chikunguña, zika o fiebre amarilla, de las cuales es responsable el mosquito Aedes aegypti -sin registro en la zona-, o el Anopheles, asociado al paludismo o la malaria.
Una funcionaria de la dependencia de Salud, quien pidió no ser identificada, lo describió de la siguiente manera: “Los de acá son zancudos que pican, generan una roncha normal, pero de ahí no pasa, eso es lo que llamamos una molestia sanitaria”. Y el mosquito pequeño, también molesto, es propio de la descomposición de la materia orgánica y de la acumulación de plantas acuáticas en estanques. “En esta zona no hay riesgo de ese tipo de enfermedades tropicales”, añadió.
Advirtió además que las condiciones sanitarias de las viviendas próximas no son las mejores, hay desaseo, convivencia con animales, disposición de aguas residuales a campo abierto y pastoreo de ganado cerca de la represa. “El ganado, con su excremento, está contribuyendo a la proliferación de los moscos, ya que su presencia incrementa la producción bacteriana”, argumentó la funcionaria departamental.
“No se puede desconocer la problemática ocasionada por las aguas residuales de los municipios y las penitenciarías y, para completar, hay comportamientos antrópicos, asociados a los estilos de vida de las familias del sector, que agravan la situación”, reconoció la Secretaría de Salud de Boyacá.
Frente al reclamo de la comunidad para que esta dependencia aplique sanciones a quienes contaminan la represa, indicó que esa función no es competencia de ese despacho. Su tarea, recalcó, “es identificar el riesgo, gestionarlo para conocimiento y fines pertinentes y darle traslado por competencia”, en este caso, a las autoridades ambientales y a entes de control como la Procuraduría.
Ubres inflamadas
La incomodidad generada por el ataque sistemático de zancudos tiene asolado al ganado de la región. Edilson Rodríguez, director de la Unidad Municipal de Asistencia Técnica (Umata) de Tuta, reveló que las picaduras provocadas por los insectos ocasionan inflamación de las ubres de las vacas, en algunos casos fiebre y, por supuesto, baja en la producción de leche. En las estadísticas de la dependencia se registran entre 3 y 4 consultas mensuales por estos síntomas veterinarios, inclusive en fincas distantes de La Playa.
A eso se suma una práctica irregular y malsana de algunos pequeños ganaderos, de llevar a pastar a sus animales cerca de la represa contaminada, lo que les ocasiona enfermedades intestinales, de acuerdo con el reporte del director de la Umata. En su opinión, esto representa un riesgo adicional, por la sospecha de trazas de metales pesados en la carne y la leche obtenidas de los semovientes.
“Lo único que podemos hacer – dijo el funcionario – es realizar jornadas periódicas de fumigación en las fincas y recomendarles a sus propietarios mantener adecuadas condiciones de higiene para evitar la concentración de insectos en sus predios”. Agregó que hace dos meses visitó la represa junto a representantes de la Secretaría de Salud de Boyacá para inocularle un hongo, con el fin de controlar la población de zancudos; sin embargo, esto funcionó por un tiempo.
A la justicia nadie le hace caso
En 1999, Jorge Enrique Cuervo y otros habitantes de la región presentaron ante el Tribunal Administrativo de Boyacá una acción popular en la que reclamaban el saneamiento de la represa y la implementación de sistemas para tratar las aguas residuales a ella vertidas.
El Tribunal les dio la razón y ordenó a los municipios de Tunja, Oicatá y Cómbita, y a las autoridades carcelarias, prever las inversiones necesarias y ejecutar las obras correspondientes. 20 años después, la Alcaldía de Tunja es la entidad que más ha avanzado y en diciembre de 2020, la empresa Veolia, que opera los servicios de acueducto y alcantarillado de la ciudad, espera tener a punto la planta de tratamiento que hoy remueve solo el 40 por ciento de la materia orgánica.
Tanto se ha acostumbrado la comunidad a la situación, que le parecen increíbles los 20 años transcurridos desde el pronunciamiento del Tribunal. Ana Paulina Camen, habitante de la vereda Resguardo, en el sector de Santa Teresa, esboza en su rostro una mueca de sorpresa e incredulidad, “no puede ser que haya pasado tanto tiempo y todavía estemos en estas”.
De esa manera se refiere al hecho de que aún se siguen arrojando aguas sanitarias a La Playa y los responsables les han tomado el pelo a los magistrados y al acompañamiento de la propia Procuraduría. En el 2010 el Tribunal echó mano del recurso legal conocido como incidente de desacato para conminar a las entidades vinculadas al proceso a tratar efectivamente las aguas negras, pero aún el lío persiste. La determinación cobijó al Inpec, al municipio de Tunja, a Usochicamocha y a Corpoboyacá “por el incumplimiento de la sentencia aprobatoria del pacto de cumplimiento y se sancionó a las precitadas entidades con multa por el desacato a orden judicial”.
Aunque inicialmente el incidente de desacato fue declarado nulo por el Consejo de Estado (el 24 de marzo de 2011), el mismo se reactivó a partir del 23 de septiembre de ese mismo año y el 12 de noviembre de 2019, el Tribunal lo resolvió, declarando la responsabilidad del Inpec y multando al director del complejo carcelario. Este fallo se encuentra en fase de revisión en el Consejo de Estado.
Al ser consultada sobre el caso, la Procuraduría Ambiental y Agraria de Boyacá respondió que, en el marco de sus competencias, ha hecho seguimientos y requerimientos a todas las entidades involucradas. El ente de control propuso realizar un estudio técnico que permita guiar acciones dirigidas a atender integralmente lo dispuesto por la acción popular. Su petición fue acogida por el Tribunal, que en la audiencia del pasado 16 de septiembre ordenó a Corpoboyacá, a la ADR y a Usochicamocha avanzar en esa tarea.
La Procuraduría consideró necesario asignarle obligaciones puntuales a cada una de las entidades responsables, estimó prioritaria la destinación de recursos estatales para el mantenimiento de la represa y llamó la atención de la ADR para que cumpla con alinderar su perímetro y se evite de esa manera la presencia de ganado en sus riberas.
Desde la Procuraduría Ambiental se denunció además la existencia de un problema adicional: la presencia de animales muertos y de envases de agroquímicos en la bocatoma, situación que incide en el deterioro de la represa.
Edgar Vargas, ex concejal de Tuta (foto), se refirió al tema como “un ping pong entre las autoridades competentes, tanto así que, ante la inefectividad de la acción popular, 120 ciudadanos presentaron en febrero de 2020 ante la Sala Civil de Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Tunja una acción de tutela en contra de la Presidencia de la República, los ministerios de Agricultura y Ambiente, la Agencia de Desarrollo Rural (ADR), Corpoboyacá y Uchicamocha, y en ella se pedía declarar al río Jordán y sus vertientes, como sujetos de derechos, y proteger los de la comunidad”.
Su respuesta se produjo el pasado 26 de marzo; el Tribunal resolvió tutelar “los derechos a la vida digna, a la salud, a la integridad física, al ambiente sano” y ordenó a Corpoboyacá adelantar una diligencia de inspección para inventariar los vertimientos de aguas servidas y otro tipo de desechos a la represa La Playa y a los ríos Jordán y Tuta.
A las otras entidades les impuso la tarea de establecer y planear la realización de las obras de infraestructura necesarias para erradicar las fuentes de contaminación, y al Inpec le llamó la atención por desatender el pacto de cumplimiento relativo al control de las aguas residuales provenientes del complejo carcelario de Cómbita.
Pese a la contundencia del fallo, este fue declarado nulo por la Corte Suprema de Justicia, al considerar que la Sala Civil de Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Tunja no era competente para tomar tal decisión y ordenó la remisión del expediente a los Juzgados Civiles del Circuito de Tunja, con el fin de abocar su conocimiento y posterior reparto a un juez que asuma el caso.
La noticia generó desazón entre la comunidad, se trataba de un segundo fallo a través el cual se acogían sus reclamos. Édgar Vargas lo consideró insólito pues a pesar de la contaminación, los insectos y los malos olores surgió un nuevo obstáculo jurídico. “A la comunidad no hay quién la defienda”, concluyó con enojo.
Una represa contaminada que riega tierras productivas
La historia de La Playa está estrechamente vinculada a la construcción del Distrito de Riego y Drenaje del Alto Chicamocha ideado por el Estado colombiano en 1945, a través del Instituto de Aprovechamiento de Aguas y Fomento Eléctrico (Electraguas).
Esta entidad fue la encargada de construir la red de canales de drenaje que permitiría la explotación agropecuaria de aproximadamente 9.000 hectáreas de los valles del Alto Chicamocha y Firavitoba, que se anegaban en invierno y permanecían inundadas en el verano.
“No eran productivas, no podían ser aprovechadas para la agricultura”, señala Sandra Ríos Ravelo, gerente encargada de Usochicamocha, la asociación de usuarios del Distrito de Riego que opera esta infraestructura desde 1995, a partir de un contrato de administración celebrado con la Agencia de Desarrollo Rural (ADR), propietaria del complejo.
En 1955, la firma Irusta y Fortul realizó el ‘Estudio Preliminar de Suelos’ del área del proyecto y la firma Escobar, Venegas y Rodríguez preparó para Electraguas un informe recomendando construir la presa sobre el río Tuta. Su diseño se concibió en 1957 y estuvo a cargo de la firma estadounidense J. Tipton. Así aparece consignado en un Informe ejecutivo de presentación del Distrito.
Finalmente, en 1966, el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora) construyó la presa La Playa sobre el río Jordán, el mismo y vilipendiado río ‘Chulo’, y su propósito principal era controlar crecientes y aportes de sedimentos, y permitir el riego hacia el Valle del Alto Chicamocha.
La represa tiene una extensión de 132 hectáreas y una capacidad de almacenamiento de seis millones de metros cúbicos de agua. Empero, según datos de Usochicamocha, su sedimentación la ha reducido a cinco millones de metros cúbicos.
Distribución del Distrito de Riego y Drenaje del Alto Chicamocha. Imagen: Usochicamocha.
Aunque las represas de La Playa y La Copa (en el vecino municipio de Toca) se diseñaron para almacenar aguas lluvias y de escorrentía del páramo, controlar el caudal del río Chicamocha en invierno – y, junto a los canales de drenaje a lo largo del distrito, permitir el riego de cultivos en Paipa, Duitama, Santa Rosa de Viterbo, Nobsa, Tibasosa y Sogamoso-, el panorama es preocupante: al menos 12 municipios están contaminando el agua utilizada por sus agricultores y ganaderos para producir el alimento de las 600.000 personas que residen en la zona central de Boyacá, y el comercializado en las plazas de mercado de Bogotá, los Santanderes, la costa atlántica y Antioquia, principalmente.
En un reciente diagnóstico de la situación, Usochicamocha documentó 27 puntos de descarga de aguas contaminadas sobre la represa de La Playa, el río Chicamocha y los canales de drenaje. La información detallada de este panorama fue entregada a Corpoboyacá, la principal autoridad ambiental de la zona, para la adopción de las medidas correctivas y sancionatorias correspondientes.
Solo a la represa de La Playa, según este inventario, llegan cuatro de esos puntos de descarga, directos responsables de los malos olores, los zancudos y los moscos que hoy agobian a los habitantes de Tuta y Cómbita.
“También somos víctimas de la contaminación”: Usochicamocha
Sandra Ríos Ravelo, gerente (e) de Usochicamocha.
Es frecuente leer y escuchar, en los fallos de los tribunales y en las quejas de los habitantes de Tuta, que Usochicamocha no ha estado a la altura de sus obligaciones, al permitir la putrefacción de las aguas de la represa. Sandra Ríos Ravelo, gerente encargada de la entidad, sostiene que Usochicamocha también es víctima de la situación por padecer la descarga de vertimientos contaminados a La Playa y a los canales de drenaje.
Datos de la entidad indican que actualmente se cosechan 52.000 toneladas anuales de productos agrícolas, y se obtienen 30 millones de litros de leche, con los cuales se abastece el mercado nacional.
“Los usuarios del servicio de riego, que son aproximadamente cuatro mil, tienen problemas para exportar, dada la deficiente calidad del agua”, admite Ríos. Su afirmación es respaldada por Horacio Pachón Ariza, jefe del Departamento de Conservación de la asociación, quien se refirió a la existencia de coliformes, trazas de materiales pesados y otros elementos contaminantes identificados en los estudios de laboratorio realizados.
Mencionaron que quienes han podido exportar, lo han hecho complementando el servicio del distrito con riego por goteo, o acudiendo a nacimientos propios o a pozos profundos construidos en las fincas, lo que implica inversiones adicionales por parte de cada cultivador.
Aunque en el caso de La Playa, su contaminación logra diluirse al combinarse con la procedente de La Copa, en una proporción de 20/80, antes de enviarse a través del río Chicamocha, Horacio Pachón es enfático en señalar que el problema debe cortarse de raíz y que a La Playa debería llegarle agua limpia.
La gerente del distrito, es consciente del efecto negativo del buchón, los malos olores y los insectos sobre la vida de los habitantes de Tuta, pero insiste en la responsabilidad de Tunja, Oicatá, Cómbita y las cárceles de Alta Seguridad de Cómbita y El Barne -al verter sus aguas sanitarias a la presa – y en la urgente necesidad de construir y poner en funcionamiento sus plantas de tratamiento.
Al igual que la comunidad de Tuta, los usuarios del Distrito de Riego confían en la efectividad de las acciones judiciales para superar un conflicto de más de 50 años, caracterizado por desidia de los implicados respecto al cumplimiento de sus obligaciones y la timidez de las entidades ambientales y de control para ejercer autoridad con contundencia.
Diego Guzmán Pachón, director regional de la Agencia de Desarrollo Rural (ADR), propietaria de las represas y del distrito, afirmó que la responsabilidad de esta agencia estatal, a través de Usochicamocha, frente al manejo de la represa de La Playa, se centra en la operación de las compuertas, el control del caudal de la represa y las acciones de limpieza y eliminación del buchón. Sin embargo, salvó la responsabilidad institucional.
Mencionó el ejemplo de los varios intentos de retirar el buchón y se refirió a ellos como “un paliativo ineficaz, toda vez que los nutrientes existentes en las aguas contaminadas no permiten su erradicación y los esfuerzos que se hagan frente a ese tema son inoficiosos”.
Ante las reiteradas sindicaciones sobre su competencia para solucionar la contaminación de La Playa, Guzmán Pachón pidió a la comunidad y a los tribunales entender que el origen del problema está en el vertimiento de aguas residuales de los municipios de la cuenca alta y de las cárceles, y pidió a los organismos judiciales exigir a las entidades directamente responsables ejecutar las labores pendientes para superar la situación.
El distrito, un sistema despreciado
German Cely Reyes es el decano de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), escuela que ha adelantado varios estudios sobre la zona.
Cely aseguró que el inicio de operaciones del Distrito de Riego en 1995 les permitió una nueva dinámica a las provincias de Tundama y Sugamuxi, golpeadas por la crisis del sector siderúrgico y automotriz de aquella época.
Muchas familias vieron en la agricultura y la ganadería una alternativa económica, y la infraestructura del Distrito sirvió de soporte para su desarrollo. Hoy, la región es centro de producción de cebolla y hortalizas, además de pastos, fundamentales para la actividad láctea. El crecimiento impulsó la vinculación de mano de obra y la contratación de servicios de transporte e insumos.
A pesar de la transformación propiciada, el académico consideró que las autoridades y la ciudadanía no han valorado como corresponde las ventajas del sistema de regadío, y en concreto se refirió al mal uso que se da, tanto al canal de Vargas -un mecanismo de drenaje del nivel freático del Valle del Chicamocha, y de provisión del Distrito-, como a la represa La Playa, convertidos en depósitos de aguas servidas y en problemas de contaminación ambiental.
La represa de La Playa hace parte de la infraestructura hidráulica del Distrito de Riego del Alto Chicamocha. Foto: entreojos.co
Reclamó de los gobiernos locales acatar lo dispuesto en el Plan de Ordenación de la Cuenca Alta del Río Chicamocha, en cuanto a la preservación de sus áreas de recarga hídrica, y a la instalación y puesta en funcionamiento de sistemas de tratamiento de aguas residuales.
A pesar de tales desechos y del riesgo sobre la actividad agropecuaria, Cely mencionó el aporte de la naturaleza en su depuración. Explicó que, en el caso de La Playa, la carga orgánica sufre un proceso de dilución al mezclarse con las corrientes de los ríos Piedras, Tuta y Sotaquirá, cuya combinación da nombre al Chicamocha; tal efecto es mayor durante la temporada de lluvias.
Indicó también la incidencia de la radiación solar sobre algunos agentes biológicos. El lío -recalcó- se presenta en época seca: “La dilución es baja y alcanza a ser complejo el tema del uso de estas aguas para regadío”.
Algo huele mal
Los cálculos de la empresa Veolia Tunja, filial de la multinacional francesa Veolia Group, que desde 1996 administra el servicio de acueducto y alcantarillado de Tunja a través del contrato de concesión no. 132, prevén que a diciembre de 2020, la planta de tratamiento de la ciudad logrará tratar el 80 por ciento de las aguas residuales de la capital. Cabe señalar que tanto la Alcaldía como Veolia reportaron en un informe del 20 de diciembre del 2019 un avance del 99,2% en la extensión de redes de alcantarillado.
La planta de tratamiento, en la que se han invertido alrededor de 20 millones de dólares, luego del Acuerdo de Voluntades firmado en 2007 entre autoridades nacionales y regionales, empezó a operar parcialmente en 2017. Desde ese momento se han tratado paquetes de caudal del agua residual pactados con la autoridad ambiental, en el marco del Plan de Manejo y Saneamiento de Vertimientos (PSMV) de la ciudad y de las metas de reducción de la carga contaminante tanto al río Jordán -o ‘Chulo’- como a la represa de La Playa.
Estas metas, fijadas en 2016 y con un plazo de cumplimiento de cinco años, comprometen (para el caso del tramo 1 del río Chicamocha, entre Tunja y Paipa) a los municipios de Tunja, Oicatá, Cómbita, Motavita, al Inpec y a empresas situadas en ese corredor.
Fredy Acosta, gerente de Planeación de Veolia Aguas de Tunja, explicó que actualmente se está removiendo el 40 por ciento de toda la carga contaminante generada por los usuarios de la ciudad. La remoción de esta materia orgánica consiste en retenerla, a través de un proceso biológico, con el fin de evitar su descarga al río Jordán. “El residuo se transforma en un lodo inorgánico estable, sin ninguna capacidad patogénica sobre los cuerpos de agua y el medio ambiente”, aseguró Acosta.
Planta de tratamiento de aguas residuales de Tunja. Foto: entreojos.co
El proceso tiene tres etapas principales: la primera es retirar los desechos de gran tamaño lanzados al alcantarillado, como muebles y colchones; la segunda es la activación de los reactores aeróbicos; y la tercera es de tipo anaeróbico, consistente en un tratamiento generador de gas metano, conocido como atmósferas explosivas, el cual, por sus características, precisa de un manejo especial.
“El objetivo –dijo Acosta- es llegar a un 80 por ciento de remoción de la carga orgánica, lo admisible dentro de la norma nacional; eso significa que de cada mil kilogramos que lleguen a través del alcantarillado se deben retener 800 kilogramos a partir del próximo diciembre”.
Si lo explicado por el gerente de Planeación de Veolia corresponde a la realidad, ¿cómo es posible que se haya incrementado la contaminación en La Playa y el crecimiento exponencial del buchón de agua?
Al ser confrontado sobre este tema, Fredy Acosta estimó conveniente que las autoridades investiguen, “pues algo extraño ocurre desde el 2018”.
Sugirió que en algún punto del trayecto se debe estar registrando el vertimiento de un componente muy concentrado, el cual ha provocado la eutrofización del estanque “y al no poder ingresar la radiación solar ni haber intercambio de aire, este se convierte en un reactor anaeróbico, de allí el olor a ácido sulfídrico (H₂S), muy similar al del huevo podrido”.
Insistió en el avance logrado para tratar las aguas servidas de Tunja, consideró importante que tal esfuerzo se complemente con el compromiso de las otras instituciones y se refirió al riesgo que representa la cría de cerdos en inmediaciones de La Playa y del río Jordán, por su especial aporte de materia orgánica.
El Inpec y un anuncio que sorprendió
Acá se puede observar la proximidad del complejo carcelario que vierte sus aguas residuales sobre la represa La Playa. Foto: entreojos.co
Corpoboyacá, la principal autoridad ambiental de la zona, informó que la ciudad de Tunja tiene un Plan de Saneamiento y Manejo de Vertimientos aprobado desde 2011, cuyo nivel de cumplimiento a la fecha se encuentra en un 94,45 %.
Herman Amaya Téllez, director de esta corporación, admitió, sin embargo, que otras instituciones están en mora, las cárceles El Barne y de Alta Seguridad de Cómbita “no tienen un sistema de tratamiento de aguas residuales eficiente y prácticamente estas llegan directamente al embalse”, por lo que se encuentra vigente un proceso sancionatorio ambiental en contra del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec) “por el incumplimiento reiterado en cuanto a la obligación que le asiste de contar con un permiso de vertimientos, lo que presupone sistemas de tratamiento de aguas residuales en operación plena y cumpliendo la norma”. Su respuesta se produjo el día 27 de julio de 2020.
El trámite sancionatorio se encuentra en etapa probatoria y al mismo tiempo se analiza un recurso de reposición interpuesto por el Inpec, a través del cual solicita vinculación al caso a la Unidad de Servicios Penitenciarios y Carcelarios (Uspec), con el argumento de que esa entidad es la responsable de adelantar el trámite de permiso de vertimientos y puesta en marcha de la planta.
Las reiteradas infracciones le han significado al Inpec el pago de millonarias multas. En 2013, Corpoboyacá le impuso una por 76 millones de pesos y, por la misma razón, y en el marco de un incidente de desacato a lo ordenado en la Acción Popular de 2000, el Tribunal Administrativo de Boyacá sancionó al director del reclusorio, Juan Javier Papa Gordillo, con una multa de cinco salarios mínimos legales mensuales vigentes, pues los magistrados evidenciaron “incumplimiento en la prohibición de realizar vertimientos en la represa La Playa”. Esta decisión está en revisión por el Consejo de Estado.
Desde la aprobación del pacto de cumplimiento, en junio de 2000, se señaló “que además de las implicaciones de tipo penal por el desobedecimiento de quien incumpla la sentencia, incurre en multa de hasta 50 SMMLV conmutables en arresto hasta por seis meses”
La autoridad ambiental tiene activos otros dos procesos sancionatorios: uno contra la Agencia de Desarrollo Rural (ADR), propietaria de la represa, por el presunto incumplimiento de obligaciones adquiridas a la luz de la licencia ambiental otorgada en 1996, y otro contra el municipio de Tunja por incumplimiento a obligaciones asociadas al plan de manejo y saneamiento de vertimientos (PSMV) de la ciudad. El pasado 16 de septiembre, Corpoboyacá anunció la apertura de sancionatorios a los municipios que siguen vertiendo sus aguas residuales tanto al río como a la represa.
Durante una reciente audiencia de seguimiento, celebrada de manera virtual el 16 de septiembre, y convocada por el magistrado ponente del Tribunal Administrativo de Boyacá José Fernández Osorio, la Unidad de Servicios Penitenciarios y Carcelarios (Uspec) sorprendió a los asistentes, incluido el togado, con la noticia de que desde mayo se ejecutan las obras de construcción de la PTAR de mediana seguridad (la del Barne) y de optimización de la PTAR de máxima seguridad de Cómbita, de la cual se dijo está en operación.
Diego Quijano Prieto, ingeniero ambiental de la Dirección de Infraestructura de esa entidad, dio cuenta de la vigencia del contrato de obra No. 125 por $18.572.899.965; y del 126, de interventoría, por $1.800.705.192. El primero a cargo del Consorcio Eron y el segundo adjudicado al Consorcio Interventores USPEC.
Quijano señaló el 31 de diciembre de 2020 como la fecha de conclusión de tales contratos y de entrega de las obras, con lo cual se espera culmine una estela de dilaciones con consecuencias negativas para el agua la represa de la que depende el distrito de riego, y cuyo deterioro afecta a la comunidad de Tuta.
A través de un derecho de petición consultamos al Inpec sobre otros señalamientos de la comunidad referidos al presunto vertimiento de desechos provenientes de criaderos de cerdos; sin embargo, al cierre de esta publicación no se había dado respuesta al cuestionario enviado.
Las alcaldías llamadas a cumplir con sus obligaciones presentaron sus descargos. El alcalde de Tuta Yesid Soto Monroy reiteró, durante la audiencia, las molestias que inquietan a sus paisanos y admitió que son parte del problema por el vertimiento realizado desde la vereda Río de Piedras. Se comprometió a avanzar en presentar un proyecto para buscar la construcción de una planta. “Necesitamos una solución rápida y estamos en disposición de colaborar”, aseguró.
Alcalde de Oicatá Fredy Garzón Rojas sumó la voluntad de su administración para superar la situación. Aseveró que han colaborado con maquinaria para retirar el buchón y se refirió al proyecto de construcción de la PTAR y de ejecución del plan maestro de alcantarillado, actualmente en revisión por parte de la Empresa Departamental de Servicios Públicos de Boyacá. La inversión estimada es de siete mil millones de pesos. “El río pasa por nuestros predios y para nosotros es importante que esté en buenas condiciones”, reflexionó.
Por su parte el alcalde de Cómbita Nelson Pérez Suárez sostuvo que su gobierno solo dispone de 420 millones, depositados en un fondo del Plan Departamental de Aguas, para la construcción del sistema de alcantarillado y de las plantas de tratamiento del municipio, obras que requieren de una inversión total estimada de 10.000 millones de pesos.
Pérez explicó que son 10 los vertimientos de aguas residuales del municipio, cinco van al sector donde se proyecta construir la PTAR que permitirá tratar las aguas servidas del casco urbano, y cinco, generados por el caserío El Barne colindante con el complejo carcelario, terminan en la represa de La Playa.
El alcalde confía en el apoyo de Corpoboyacá y de la Gobernación para financiar las inversiones que permitan tratar las aguas negras. Los malos olores y los zancudos también tienen asolados a los habitantes de dos veredas de Cómbita: San Martín y El Carmen.
Inversiones realizadas y proyectadas
Respecto a las inversiones de Corpoboyacá para aportar a la descontaminación del río Jordán y la represa de La Playa, el director de la entidad indicó que desde 2005 a la fecha ha aportado $19.925 millones, destinados a financiar la compra del lote donde se ubica la planta de tratamiento de Tunja y la construcción de los tres módulos de la misma, además del interceptor para facilitar la conexión del alcantarillado con la planta.
Aunque el proyecto diseñado en 2007 contemplaba la construcción de tres módulos, hoy solo funcionan el II y el III; el primer módulo tuvo problemas legales y no logró entrar en operación en 2017. Sin embargo, el secretario de Desarrollo de Tunja, Wilson Velásquez Ayala, aseguró que este se encuentra en fase de adecuación y puesta en marcha. Su entrega se anunció para el 12 de noviembre próximo, según lo dicho por el alcalde de la ciudad, Alejandro Fúneme González, en la audiencia de seguimiento convocada por el magistrado Fernández.
El alcalde agregó que la actual administración proyecta la construcción de un cuarto módulo. Dijo que podría estar listo en 2024.
Lo que debería hacerse
Herman Amaya (foto), director de Corpoboyacá, dijo en la audiencia del 16 de septiembre ante el Tribunal Administrativo de Boyacá, que el tema de La Playa es prioritario en términos de garantizar la solución de este conflicto socio – ambiental de tantos años. Instó a todas las entidades y personas con responsabilidad en la situación, incluida la Gobernación de Boyacá, a buscar soluciones de corto, mediano y largo plazos.
Expresó la disposición de la Corporación para aportar con recursos técnicos, humanos y financieros a la descontaminación de la cuenca alta del río Chicamocha.
Resumió las acciones a emprender para alcanzar ese cometido: la entrada en operación del módulo 1 de la PTAR de Tunja (actualmente están operando parcialmente los módulos II y III); la construcción del módulo 4 (proyectada entre 2020 y 2024); la construcción de las PTAR de Cómbita, Oicatá y Chivatá; la puesta en operación al 100 por ciento de las PTAR de los centros penitenciarios; y la actualización de la licencia ambiental de la represa La Playa por parte de la ADR. “Esta es la solución integral para bajar las tensiones socioecológicas que tiene este embalse”, concluyó Amaya.
El medio entreojos.co preguntó a Corpoboyacá por metas de reducción de la carga contaminante sobre el río Jordán y la represa de La Playa, pactadas en 2016 con los municipios de la zona y el Inpec, y con plazo de cumplimiento al 31 de diciembre de 2020. La respuesta de la institución desalienta, por la crudeza de los resultados: el municipio de Tunja, las cárceles y la estación de servicio La Cardeñosa de Lengupá presentan cifras negativas de cumplimiento frente a parámetros de medición como el DBO (Demanda Bioquímica de Oxígeno) y el SST (Sólidos Suspendidos Totales).
Fuente: Corpoboyacá
Al final, la autoridad ambiental cierra su informe con una conclusión bastante obvia: “Por eso la importancia (de) que se realice el tratamiento del 100% de las aguas residuales que genera el municipio de Tunja para así cumplir con los objetivos de calidad de este tramo que es para uso agrícola”.
Eso es lo que están pidiendo desde hace más de 20 años Alcira Pedraza, la comunidad de Tuta y quienes dependen del agua de la represa y del río Chicamocha para regar sus cultivos. Con resignación ven cómo el actuar institucional es lento, mientras ellos siguen abrumados por la fetidez y el zumbar desafiante de los zancudos.
Su angustia la comparte el magistrado José Fernández Osorio, quien con varias frases lapidarias resumió el problema y la desazón: “Esta es una acción popular que da pena ya, lleva 20 años y el deterioro del embalse es cada día peor…Esta es una chuteadera de balón entre las autoridades… A uno le queda algo de tristeza cuando escucha a todos los funcionarios del Estado como si el Estado no fuera uno solo”.
El drama de La Playa a lo largo del tiempo
La Playa y su conflicto en una infografía