El oso andino habita en los tres ramales de la cordillera de los Andes, en donde recorre los bosques andinos y los páramos. Foto: UNAL.

Las zonas de mayor conflicto con el oso andino

De acuerdo con la evaluación de expertos, en dos complejos de páramo de Boyacá se concentra la mayor cantidad de incidentes del departamento.

Harold López es biólogo y experto en el manejo y monitoreo de fauna silvestre, y actualmente hace parte del equipo de trabajo de la subdirección de ecosistemas de Corpoboyacá.

López atendió una entrevista con entreojos.co para conversar sobre las situaciones que hoy amenazan la integridad de esta especie silvestre que silenciosamente recorre zonas de bosque alto andino y de páramo, así como de las praderas en las que estos ecosistemas se han convertido como consecuencia de actividades agrícolas y ganaderas.

López no se guardó nada. Fue directo al señalar que el oso está cada vez más amenazado por la disminución de las coberturas naturales, por la destrucción de la vegetación nativa de la cual subsiste, su hábitat, donde encuentra alimento y refugio.  Y el pastoreo de ganado y los cultivos en la alta montaña, dijo, son la principal razón de ese deterioro.

Se refirió a las zonas en donde con mayor frecuencia se registran conflictos entre el oso y las comunidades, una de ellas es la que comunica al Parque Natural Regional Siscunsí – Ocetá con la reserva forestal protectora Cravo Sur. Aunque hay una buena porción de bosque, en el sector también pasteorean semovientes y en consecuencia se dan algunas situaciones problemáticas con los propietarios del ganado.

En otro páramo con altos niveles de conflictividad es Bijagual – Mamapacha, entre Zetaquira, Rondón y Miraflores. Pese a registrar amplias zonas boscosas y mucha biodiversidad, se han dado situaciones problemáticas por el ataque al ganado. Los pobladores señalan al oso andino como el principal responsable, sin embargo, no es el único.

Harold López explicó que ciertamente se han identificado casos en los cuales estos se ven implicados. Describió, por ejemplo, el tiempo de lactancia de las hembras. Por su condición madres a cargo de crías requieren alta ingesta de proteína, y ante la disminución sus opciones de alimentación, por la reducción del área boscosa, se ven obligadas a atacar al ganado. En el futuro sus oseznos pueden emular este comportamiento.

Hay otros casos en los cuales las reses son agredidas por pumas o perros asilvestrados, y aunque no hayan estado comprometidos en la embestida inicial si pueden ser partícipes del consumo del bovino muerto, y al ser sorprendidos por la comunidad terminan señalados.

Otras situaciones relacionadas son aquellas en las que la muerte del ganado ocurre de manera accidental, por atascamiento en barrizales o por despeñamiento, si se tiene en cuenta la irregularidad del terreno en las zonas altas del páramo.

“El oso por lo general es un animal tímido y escurridizo a la presencia del ganado y al ser humano”, sostuvo Harold López, y para respaldar su afirmación se refirió a un reciente estudio realizado en varias zonas de la cordillera oriental, en el que participaron varias corporaciones autónomas regionales (CAR). Este permitió concluir que el oso rechaza los lugares donde hay ganadería.

Cómo prevenir el conflicto

En el área que administra Corpoboyacá, los episodios conflictivos entre el oso, el ganado y los humanos han sido abordados con el apoyo de ONG como Panthera y Wii, y centros de investigación especializados en el comportamiento, el rescate y la atención de fauna silvestre.

El trabajo con los expertos y los pobladores de las zonas de alta montaña ha permitido que la comunidad entienda la importancia de preservar la vida silvestre y comprenda sus dinámicas de alimentación, movilidad y descanso. “El oso, por ejemplo, es mucho más activo en el día, sus desplazamientos nocturnos son mínimos a causa de su baja visibilidad razón por la cual prefiere descansar en ese periodo de tiempo”.

A los habitantes del páramo también se les ha hecho ver que los pumas y los perros ferales son más proclives a depredar a las ganaderías, sumado a un hecho innegable: los humanos han invadido el espacio natural de la fauna silvestre y eso trae consecuencias.

El oso está protegido por la Ley

La legislación colombiana ha avanzado en normas encaminadas a proteger a la fauna silvestre y ha incrementado las sanciones en contra de quienes le generen afectación.

López es consciente de que, en muchos casos, la comunidad desconoce las implicaciones judiciales de agredir o causarle la muerte a un oso o a cualquier otro ejemplar nativo, “por fortuna, agregó, la situación ha venido cambiando” gracias a las jornadas informativas y a las campañas de educación ambiental realizadas en conjunto con los municipios y la Unidad Administrativa Especial de Parques Nacionales Naturales.

Se refirió de manera puntual a la Ley 2111 de 2021 relativa a los delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente. En el artículo 328B de la mencionada norma, en el apartado correspondiente a caza ilegal, se prevén medidas sancionatorias de prisión que van desde los 16 a los 54 meses, y multas desde los 33 a 937 salarios mínimos legales mensuales vigentes, “siempre que la conducta no constituya delito sancionado con pena mayor”.

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