El dióxido de nitrógeno incide en casos de enfermedad y muerte por contaminación. Foto: María Fernanda Londoño, Unimedios.

Respirar aire limpio, un derecho básico en permanente vulneración

El polvo, el humo y el dióxido de nitrógeno, emanado por los vehículos, son responsables de 55.000 muertes.

Fuente: Agencia de Noticias – Universidad Nacional

Los principales responsables de este problema son las micropartículas suspendidas (PM2.5) —una mezcla de polvo, hollín y humo casi imperceptible al ojo humano— y el dióxido de nitrógeno, un gas contaminante de color marrón liberado por los vehículos, las fábricas y la quema de combustibles fósiles, componente importante del esmog.

Mientras las partículas finas pueden penetrar profundamente en los pulmones, pasar a la sangre y provocar inflamación sistémica que deriva en infartos, accidentes cerebrovasculares, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o cáncer de pulmón, el dióxido de nitrógeno irrita el sistema respiratorio y agrava el asma y otras afecciones respiratorias.

La OMS advierte que no existe un nivel seguro de exposición y que los efectos son más severos en niños, adultos mayores y personas con enfermedades crónicas. Según el Banco Mundial, se estima que los costos en los sistemas de salud por contaminación del aire equivalen a cerca de 2,6 % del PIB regional, lo que evidencia el impacto económico que tienen las enfermedades y muertes prevenibles por esta causa. Además, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) subraya que en América la contaminación del aire es el principal riesgo ambiental para la salud. 

Ante este panorama, Naysla Yuliany Castilla Gandur, magíster en Ingeniería – Ingeniería Ambiental de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), miró más allá de las grandes ciudades para entender qué tan contaminado está realmente el aire en Colombia y qué implicaciones tiene para la salud pública.

“Medir el impacto permite dimensionar qué tan grave es el problema y por qué es un asunto de salud pública; aunque Asia y África concentran las mayores tasas, en nuestro continente hay una expresión importante que debemos seguir reduciendo con mejores tecnologías y políticas públicas”, afirma el profesor Néstor Rojas Roa, director del Grupo de Investigación en Calidad del Aire (GICA) de la Facultad de Ingeniería.

Por su parte, la investigadora aporta que “detrás de cada dato hay hospitalizaciones, años de vida perdidos y familias afectadas; el aire es un recurso invisible que tiene una relación directa con la esperanza de vida y el bienestar de las comunidades.

Radiografía del aire colombiano

Para el trabajo se recopiló y depuró información ambiental y sanitaria del país en 14 años, de 2008 a 2022. De un lado, se tomaron los registros del Subsistema de Información sobre Calidad del Aire (SISAIRE), que concentra los datos reportados por las redes de monitoreo instaladas en ciudades y áreas metropolitanas, y que miden concentraciones de material particulado fino (PM2.5), material particulado respirable (PM10), dióxido de nitrógeno y dióxido de azufre.

Sin embargo, estos datos solo cubren una fracción del territorio nacional, pues la mayor parte de las estaciones se concentran en las regiones Andina y Caribe. Para suplir esos vacíos, la investigadora incorporó observaciones satelitales del Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copernicus (CAMS) y del Atmospheric Composition Analysis Group (ACAG), que estiman la concentración de contaminantes en cualquier punto del país con base en mediciones ópticas y modelos de dispersión atmosférica.

 “Los satélites no miden el aire directamente, pero sí observan la radiación que interactúa con los contaminantes, y de allí se obtiene una estimación continua y comparable”, explica.

Al integrar ambas fuentes construyó la primera base de datos diaria de calidad del aire para los 1.122 municipios de Colombia, lo que permitió observar tendencias y variaciones incluso en regiones sin monitoreo permanente como la Amazonia, la Orinoquia y buena parte del Pacífico.

Cada registro combina concentraciones de contaminantes, población expuesta y eventos de salud reportados, permitiendo calcular tasas por 100.000 habitantes y razones atribuibles a la exposición, con resultados comparables entre municipios y entre años.

Con esa información, cruzó indicadores epidemiológicos y proyecciones de población y aplicó el modelo AirQ+ de la OMS, diseñado para estimar cuántos casos de enfermedad o muerte se asocian con una determinada concentración de contaminantes y cuántos se evitarían si se cumplieran los valores guía internacionales, por ejemplo 5 microgramos por metro cúbico (µg/m³) para PM2.5 y 15 µg/m³para PM10. Esto le permitió traducir los datos ambientales en impactos reales sobre la salud, con una metodología validada globalmente y ajustada a la realidad colombiana.

El resultado fue una radiografía sin precedentes que refleja que el aire contaminado se asocia con más de 55.000 muertes en 15 años. El contaminante más letal es el material particulado fino (PM2.5), responsable de casi 39.000 muertes, seguido del PM10, con más de 16.000, y el dióxido de nitrógeno, con cerca de 400. Los mayores impactos se concentran en infartos, accidentes cerebrovasculares y EPOC, coherente con la evidencia internacional. 

La magíster Castilla anota que “al analizar simultáneamente las concentraciones diarias y los registros de enfermedades observamos que incluso pequeñas variaciones en el aire se traducen en impactos reales sobre la salud”.

En relación con el dióxido de nitrógeno, el profesor Rojas advierte que “la norma nacional sigue por encima de los valores guía de la OMS vigentes desde 2021, que recomiendan un promedio anual máximo de 10 µg/m³ frente a los 40 µg/m³permitidos en Colombia. Es necesario actualizarla para que el país active controles más eficaces sobre las fuentes móviles y ciertas industrias. Este ajuste replicaría el avance logrado con el material particulado, cuyas concentraciones han disminuido gracias a normas más estrictas”.

¿En dónde enferma más el aire?

Los principales responsables son las micropartículas PM2.5 y el dióxido de nitrógeno. Foto: archivo Unimedios.

Los mapas generados por el modelo muestran que Bogotá, Medellín y Cali concentran la mayor carga de mortalidad atribuible, debido a la combinación de alta densidad poblacional, múltiples fuentes de emisión y condiciones geográficas adversas. En ciudades con millones de habitantes, más personas quedan expuestas y hay más fuentes simultáneas: tráfico intenso, flotas diésel, obras de infraestructura, industrias y quemas cercanas.

En Medellín, los fenómenos de inversión térmica —cuando el aire cálido retiene los contaminantes cerca del suelo— agravan la acumulación de partículas; en Bogotá, la altitud y el cinturón de montañas dificultan su dispersión; y en Cali, la mezcla entre emisiones industriales y agrícolas de los alrededores incrementa la concentración de contaminantes.

Pero el estudio también advierte que la contaminación no es un problema exclusivo de las ciudades. En términos de salud ambiental, la exposición a compuestos dañinos también afecta a las comunidades rurales –por el humo de la leña y las quemas agrícolas que deterioran la calidad del aire–, aunque en menor concentración, pero con consecuencias más graves debido a la falta de vigilancia, atención médica y políticas de control. 

“La ausencia de datos no significa ausencia de riesgo”, enfatiza la magíster Castilla. De los 33 departamentos de Colombia, 11 carecen de estaciones de medición, mientras que los 22 restantes que cuentan con redes de monitoreo se concentran especialmente en el centro y el norte del país. 

“En la Amazonia y la Orinoquia simplemente no sabemos qué están respirando las comunidades; esa falta de datos continuos limita la vigilancia, retrasa decisiones y dificulta priorizar intervenciones en salud y ambiente”, agrega. Un aspecto importante si además se tiene en cuenta que los incendios forestales exacerban la contaminación por partículas en temporadas secas y durante eventos extremos.

A su vez, el profesor Rojas, director de la investigación de la magíster Castilla, subraya que “tener mediciones sólidas y estimaciones transparentes es el primer paso para construir políticas eficaces y proteger la vida de las personas”.

“Respirar aire limpio se debería considerar como un derecho básico, y su protección se debe integrarse a las políticas de salud pública y de planificación urbana. La contaminación del aire afecta la economía, la productividad y la calidad de vida. Actuar ahora es indispensable”, concluye la investigadora.

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