Fotos: Yanire Arismendy M./Reservas Naturales de la Sociedad Civil. Vereda Altagracia, Trinidad, Casanare.

“Hay que proteger la biodiversidad de la Orinoquia, es patrimonio del mundo”

Esta será la plegaria que llevará la Asociación de Reservas de la Sociedad Civil de Casanare a la COP16.

Yanire Arismendy, descendiente de una tradicional familia llanera que se fundó en la vereda Altagracia de Trinidad (Casanare), a orillas del río Meta, se prepara por estos días para lo que será su participación en la Cumbre Mundial de Biodiversidad- COP16 – que tendrá como sede a la ciudad de Cali entre el 20 de octubre y el primero de noviembre.

Ella lidera la Asociación de Propietarios de Reservas Naturales de la Sociedad Civil de la Orinoquia (Aso-Orinoquia), una organización privada que aglutina a 20 predios de Altagracia en los cuales se mantiene la ancestral economía ganadera sobre la base del cuidado de ecosistemas locales como las sabanas inundables, los bosques de galería y los morichales, vitales para la fauna y la microfauna local.

Yanire tiene claro cuál será su planteamiento durante la COP16. Su meta será insistir ante los delegados internacionales que la Orinoquia es una gran despensa de biodiversidad para Colombia y el mundo. Resaltará que esta región, de la que hacen parte Arauca, Casanare, Meta, Vichada y el norte del Guaviare, ocupa el 30,4 por ciento del territorio nacional y que de su bienestar depende la subsistencia de cientos de especies de seres vivos que hoy están amenazados por la incidencia de la agroindustria y la actividad  petrolera, principalmente.

Según un reportaje publicado por el diario El Espectador, en los últimos 10 años los cultivos de arroz en Casanare crecieron un 222 % y hoy es el departamento con la mayor área sembrada. El avance del cereal representa un delicado reto ambiental para el suelo, la fauna y las fuentes de agua por la intervención de áreas de bosque y de sabanas inundables , el uso intensivo de agroquímicos y las tranformaciones socio – culturales que trae consigo. 

Al preguntarle su opinión por el papel de las autoridades ambientales de la zona, Arismendy lamentó su inoperancia para ejercer el control que les corresponde y respondió con tres interrogantes: “¿Hasta dónde están permitidas las fronteras agrícolas?, ¿dónde están las autoridades para hacer cumplir los planes de manejo?, ¿dónde está Corporinoquia?

Pensar en ello la enardece, “mientras nosotros estamos poniendo un granito de arena, otros están pasando por encima de todo”.

A propósito del papel de las entidades públicas para aportar a la conservación de la biodiversidad de este extenso territorio, aseguró que la Asociación de Reservas de Altagracia tampoco ha sentido el actuar de la Gobernación del Casanare, y con la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) “la experiencia ha sido difícil”.

En 2019 les anunciaron un plan de restauración con especies nativas bajo la figura de la compensación obligatoria a cargo de la petrolera Frontera Energy. Cinco años después la promesa no se ha cumplido.

Sabanas inundables en Trinidad (Casanare). Imagen: Yanire Arismendy M.

Una historia de conservación

Casanare es una región privilegiada, no es solo la imagen de amplias sabanas desprovistas de árboles ocupadas por miles de reses que pastan a su antojo, la vereda Altagracia, de Trinidad, es un buen ejemplo de la convivencia posible entre la ganadería y la diversidad biológica particular en este retazo de la Orinoquia.

En este territorio, situado en el centro oriente del departamento, a orillas del río Meta, se localiza un enclave singular por los paisajes, los atardeceres, el vuelo y el canto de las corocoras, los loros y las pavas montañeras; el reptar de los caimanes y el trabajo en familia de los amistosos chigüiros que aman vivir junto a los esteros. Todo eso ha sido posible gracias al empeño de finqueros, unos antiguos y otros un poco más jóvenes, consientes del cuidado del entorno.   

La decisión de proteger este edén de la llanura colombiana se hizo aún más necesaria cuando comenzaron a hacer presencia trabajadores de empresas de hidrocarburos responsables de la sísmica, una técnica de la industria petrolera que podría entenderse como una aproximación para identificar la existencia de crudo.

“Nosotros no queríamos que esas áreas estuvieran permeadas con el tema petrolero y como sabíamos de los deseos del gobierno de imponer la explotación del recurso en los territorios, y era una decisión que sobrepasaba nuestras posibilidades, la comunidad entendió el momento y empezó a prepararse”, relata Yanire.

La sísmica anticipó su amenaza. El efecto de los explosivos, la intervención indolente de los bosques primarios y el silencio de la autoridad ambiental del departamento activó las alarmas, y en una decisión colectiva los dueños de los hatos se declararon en una especie de rebeldía ambiental, si se quiere de república independiente, para preservar la herencia natural de sus ancestros y el capital biodiverso de las nuevas generaciones simbolizado por las madreviejas, esos enormes cuerpos de agua extendidos sobre las sabanas y comunicados con los ríos de los cuales nacieron.

Imagen de una jornada de trabajo con la abeja melipona favosa o abeja mansita, una especie nativa. Tomada de lamieldelabiodiversidad.com

Yanire y los actuales dolientes de las reservas de la sociedad civil de Trinidad hacen parte de la segunda generación de familias propietarias de estos predios consagrados a la preservación, y en ese propósito han contado con el apoyo de aliados nacionales e internacionales como The Nature Conservancy (TNC), Parques Nacionales Naturales de Colombia, World Wildlife Fund (WWF), Wildlife Conservation Society (WCS) y la Fundación Canaguaro, entre otras.

Con ese respaldo avanzaron en los trámites administrativos y formularon los planes de manejo y zonificación de sus áreas, así como los planes de acción, instrumento guía de las labores de restauración, de las pautas de producción sostenible y de cuidado de aquellos ecosistemas caracterizados por su frágil ecología. La Red de Reservas de la Sociedad Civil de Casanare cuenta hoy con 123.388,43 hectáreas, según el Registro Único Nacional de Áreas Protegidas (RUNAP). 

Allí todos están comprometidos, y las mujeres de Altagracia de una manera muy especial, están vinculadas a proyectos de cría de abejas melíponas y de aprovechamiento de su miel; hacen investigación con plantas medicinales y exploración gastronómica a partir de semillas, flores y frutos del bosque y la sabana, gracias al apoyo de la Asociación de Becarios del Casanare (ABC).

Todos estos saberes, sabores y propuestas son los que buscan mostrarles a los gobernantes nacionales y a los líderes internacionales en la COP16, confían en que la belleza de la Orinoquia conquiste sus corazones, sus voluntades y sus bolsillos, y se comprometan con modelos de producción sostenibles que salvaguarden la diversidad biológica de este vasto territorio.

Mientras tanto los integrantes de la asociación de propietarios de las áreas naturales de la sociedad civil se mantendrán vigilantes como los más bravíos reservistas de la conservación.

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